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Rusia se vuelve impredecible en el mercado del gas. Nezavisimaya Gazeta

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El comportamiento de Rusia en los mercados del gas en Europa y Asia se contradice cada vez más con una serie de reglas no escritas que son diferentes en estas regiones, escribe Nezavisimaya Gazeta en su editorial de hoy.

Mientras que los europeos se van decantando en estas últimas décadas por una actuación predecible, una negociación en igualdad de condiciones y un cumplimiento incondicional de los compromisos pactados, los asiáticos todavía muestran preferencia por el derecho del más fuerte que les permite renunciar a los acuerdos anteriores cuando se debilita la posición de la contraparte.

Rusia procura combinar ambas estrategias en función de la coyuntura, debido a lo cual su política adquiere un carácter bastante imprevisible y tanto Europa como Asia ven en ella a una socia poco fiable.

Tres potenciales proveedores del gas - Kazajstán, Uzbekistán y Turkmenistán - rehusaron avalar de momento la construcción de Nabucco, gasoducto con que Europa pretende reducir su dependencia del combustible importado desde o a través de Rusia. La prensa oficiosa rusa presenta esta decisión como contundente derrota de los europeos y los estadounidenses, los cuales intentan frenar el proyecto alternativo ruso South Stream, pero la verdad es que los países centroasiáticos podrían incorporarse a Nabucco más tarde.

La política de Moscú, que pretende monopolizar el transporte del gas centroasiático hacia el mercado europeo y no tiene reparos en violar sus acuerdos con Europa y Asia, provoca la creciente irritación entre los socios, señala Nezavisimaya Gazeta.

A principios de enero pasado, Rusia usó una serie de discrepancias comerciales con Ucrania como pretexto para suspender el trasiego del gas a Europa y así inclinarla a favor de los proyectos Nord Stream y South Stream.  La imagen de Rusia como proveedora y transportista fiable se echó a perder para siempre en aquellas fechas.

El Kremlin utiliza el gas con demasiada frecuencia cuando quiere presionar a otros países postsoviéticos, y todas las decisiones se toman al nivel político, con la participación del primer ministro y el presidente del país, lo cual impide a los europeos ver en Gazprom una entidad estrictamente comercial.

¿Qué empresa comercial aceptaría vender su gas a un precio de 129 dólares por mil metros cúbicos, que es la tarifa aplicada en relación con Bielorrusia, cuando hay posibilidad de venderlo a otros clientes, como Ucrania, a 360 dólares? Nadie en Europa quisiera encontrarse en esta situación de dependencia político-gasista con respecto a Moscú.

Los países del Asia Central entienden mejor lo que significa la fuerza en el comercio del gas. Turkmenistán violó más de una vez los contratos ya firmados y usó pretextos forzosos para suspender el trasiego del gas a Rusia, Ucrania e Irán, con el objetivo de conseguir una subida de las tarifas. Rusia también se retractó de los acuerdos existentes cuando en abril pasado redujo drásticamente la importación del gas turkmeno, decisión que Ashjabad indica como principal causa de la explosión que se produjo luego en un gasoducto  de exportación. Seguro que Turkmenistán y sus vecinos interpretaron aquel paso como presión rusa en lo concerniente a Nabucco. Hoy en día, estos países carecen de rutas alternativas y, por consiguiente, se resisten a apoyar tales proyectos públicamente. Pero a la primera oportunidad de escoger entre el suministro del gas a una Europa respetuosa de la ley y predecible y una Rusia que incumple sus compromisos, difícilmente optarán por esta última.

 

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