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El buen descanso, tan solo un sueño: más del 75% de los argentinos duerme poco o mal

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Una persona con insomnio (imagen de referencia) - Sputnik Mundo, 1920, 29.06.2023
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Según un estudio de la Universidad de Buenos Aires, tres de cada cuatro personas sufre algún tipo de alteración del sueño. Entre el consumo desmedido de pantallas y el impacto de la crisis económica a nivel emocional, las cifras continúan en niveles propios de la pandemia de COVID-19.
La imagen de "llevarse los problemas a la cama" nunca fue tan literal. El 75,95% de los argentinos padece problemas vinculados con el sueño: el 38,61% sufre de insomnio o sueño interrumpido y el 21,4% duerme menos de las ocho horas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud.
Los datos surgen de un relevamiento llevado a cabo por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con muestras representativas a nivel nacional.

Problema mundial con acento argentino

"Las alteraciones en el sueño son un común denominador a nivel global. En todos los países se verifica que el fenómeno es persistente como causa y consecuencia del estado emocional de este tiempo", explica a Sputnik Cristian Garay, psicólogo e integrante del observatorio.
La lectura del especialista se condice con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que indican que el 40% de la población mundial tiene problemas al dormir.
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Sin embargo, el investigador remarca que el flagelo se manifiesta con más intensidad en Argentina debido a la inestabilidad económica que atraviesa el país austral desde hace años: "En nuestro caso se agrega el condimento de la crisis que indefectiblemente termina redundando en un aumento del estrés", señala Garay.
"No pudimos comprobarlo, pero tenemos la hipótesis de que estos problemas emocionales y en el sueño se deriven de esta coyuntura", aclara el psicólogo.
La hipótesis de Garay se respalda en un dato surgido del estudio: casi el 50% de los encuestados informó que se encuentra atravesando una crisis de índole económica. Ante una coyuntura signada por una inflación que supera el 114% interanual —el valor más alto de las últimas tres décadas—, la imprevisibilidad pareciera desempeñar un rol determinante en el fenómeno multicausal.
"Los indicadores de problemas con el sueño empezaron a crecer durante la pandemia en 2020 debido al impacto emocional del encierro. Esperábamos que durante el 2021 y 2022 cayera significativamente, pero no fue así. Mientras que en todo el mundo estos valores se han ido moderando, en Argentina siguen en puntos altos", explica el psicólogo.
Garay destaca que los grupos más expuestos a las alteraciones del sueño son los más vulnerables en contextos económicos adversos: "Tanto los jóvenes como los sectores de menores ingresos son los que más problemas tienen y donde se refleja un creciente malestar emocional que afecta el dormir", explica.

El huevo y la gallina

Como en otros tantos casos, correlación no implica causalidad. La imagen incontrastable de las profundas dificultades que atraviesa el país no supone que sean estas el origen del flagelo.
Según Diego Golombek, doctor en Biología y divulgador científico, "Argentina tiene problemas económicos, pero la causalidad no está demostrada. De ser así, los países más desarrollados no tendrían problemas de sueño, y esto está lejos de la realidad".
"Lo que sí está demostrado es lo contrario: que los problemas del sueño causan problemas económicos. En muchos países se calcula que se pierde entre el 1 y el 3% del Producto Bruto Interno por estos trastornos: esto se refleja en el ausentismo, en la enfermedad, en trastornos de ánimo o en accidentes que tienen que ver con el sueño. El costo es muy alto", sostiene Golombek.
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El investigador postula que son otras las razones que llevan al padecimiento en el descanso: "Los principales enemigos del sueño son la ansiedad y estrés, entendido como estado fisiológico por la segregación de ciertas hormonas. Sumado a esto, la presencia de pantallas permanentemente en nuestras vidas solo empeora el cuadro".
El rol de los dispositivos móviles es central para comprender el flagelo contemporáneo. En este punto el diagnóstico es unánime: "Todas las investigaciones indican que la luz azul de los celulares condiciona al cerebro al hacerlo funcionar como si fuera de día. Si estamos constantemente mirando pantallas es difícil alcanzar el estado de relajación necesario para poder dormir", dice Garay.

Apología del sueño

Independientemente de los factores incidentes, lo cierto es que hay una caída sostenida del tiempo de descanso nocturno. "Sabemos que como especie estamos durmiendo menos de lo que deberíamos. En promedio dormimos casi una hora menos que hace 50 años, y alrededor de dos horas menos que hace 100 años", explica Golombek.
"El consenso a nivel mundial es que hay que contar como un mínimo de siete horas de sueño nocturno para adultos y de ocho horas para niños. Esto no se cumple en la actualidad", apunta el científico.
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La disminución del tiempo de sueño comenzó a principios del siglo pasado, y prosigue alimentada de cambios culturales de insoslayable incidencia. "Socialmente le hemos ido ganando horas a la noche. Por ejemplo, el prime time [horario central] de la televisión es cada vez más tarde. Nos acostamos muy tarde acompañados de pantallas y nos levantamos muy temprano porque la escuela y el trabajo empiezan temprano", afirma Golombek.
"La sociedad contemporánea conspira contra el buen dormir. El sueño tiene mala prensa: dormir mucho es atribuido a ser un holgazán, y quienes duermen poco aparentan ser más productivos. En realidad, es todo lo contrario", sentencia el biólogo.
El costo de las horas recortadas al tiempo de descanso se refleja directamente en la calidad de vida. Según Golombek, dormir poco o mal "se traduce directamente en múltiples problemas fisiológicos, en un peor estado de ánimo y baja productividad. Incluso crece la propensión a enfermarse: problemas cardiovasculares, inmunes son comunes, aparte del incremento en la probabilidad de accidentes".
"Dormir es de vital importancia: en este estado se recupera el cuerpo, se fortalece el sistema inmunológico y, particularmente en la adolescencia, se concentra el proceso de crecimiento físico", concluye el científico.
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