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De custodio a presidente de México: así fue Lázaro Cárdenas, el hombre que cobijó a León Trotski

© Foto : Facebook / INEHRM Gobierno de MéxicoLázaro Cárdenas, expresidente de México y artífice de la Expropiación Petrolera
Lázaro Cárdenas, expresidente de México y artífice de la Expropiación Petrolera - Sputnik Mundo, 1920, 18.03.2022
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Con motivo del 84 aniversario de la Expropiación Petrolera, episodio en el que México logró expulsar a las compañías extranjeras y nacionalizar su industria energética, Sputnik recuerda la vida de Lázaro Cárdenas (1895-1970), el único presidente de corte socialista que ha tenido este país latinoamericano.
Aunque murió hace más de medio siglo, muchos mexicanos le siguen llamando Tata Cárdenas como si se tratara de un sabio protector de la patria. En México, Tata quiere decir abuelo.
Ese apodo le fue asignado originalmente por los primeros campesinos que vieron en Lázaro Cárdenas a un mandatario con la voluntad política necesaria para hacer realidad la justicia social que tanto anhelaban los campesinos. El agrarismo y la justa repartición de las tierras fue una de las principales luchas de la Revolución Mexicana.
La vida de este hombre comienza el 21 de mayo de 1885 en Jiquilpan, Michoacán, en la zona occidental de México. Aquella era una ciudad muy peculiar: sus habitantes eran liberales y, por lo tanto, inconformes con el régimen de Porfirio Díaz, el dictador mexicano que se mantuvo casi 30 años en el poder.
Sin embargo, Jiquilpan estaba rodeada de pueblos y ciudades profundamente conservadoras y porfiristas, como Guadalajara y Zamora. A Lázaro Cárdenas le tocó crecer en una especie de oasis: el reducto idóneo para la formación de un liberal radical.
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Cuidar una cárcel le cambió la vida

En su ciudad, Lázaro Cárdenas fue testigo de la explotación a la que eran sometidos los campesinos de La Huaracha, una de las haciendas más poderosas del país. Su padre era dueño de un local que a veces era cantina, a veces miscelánea y, en no pocas ocasiones, punto de encuentro de gente que quería rebelarse contra los poderosos hacendados.
"El joven Cárdenas escucha todas esas discusiones desde muy joven", cuenta el historiador Ricardo Pérez Montfort en una conferencia organizada por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).

"El general viene de una clase media baja y aprende a escribir desde muy joven. Eso le será muy útil posteriormente. Tras la muerte de su padre y siendo el primogénito, se queda a cargo de la mantención de sus dos hermanas mayores, varios hermanos menores, una tía y su mamá. Por eso, para Cárdenas, la familia será un aspecto central de su vida y de su Gobierno", explica el también autor de la biografía Lázaro Cárdenas Un mexicano del siglo XX (Debate, 2020).

Ante las carencias económicos y un entorno social hostil, marcado cada vez más por las desigualdades sociales y el autoritarismo de Porfirio Díaz, el muchacho Cárdenas se ve obligado a tener varios trabajos. Uno de ellos, como archivista del municipio, gracias a su gran capacidad para escribir con buena redacción y ortografía.
Desde los 12 años, también tuvo que laborar como celador de la cárcel de Jiquilpan, donde conoció de cerca las historias de muchos presos, desde los que habían sido encerrados por rebelarse contra sus patrones, hasta los criminales y los que sólo habían robado un pan.
"[Cárdenas] tiene actividades un tanto precoces para su adolescencia. Desde muy joven vivió de cerca las diferencias sociales muy marcadas entre la opulencia en la que vivían los dueños de La Huaracha y la miseria de la mayor parte de los trabajadores. Vivió un autoritarismo muy patriarcal", explica el historiador.

La lucha revolucionaria

Otro de los empleos que tenía el expresidente de México era la operación de una pequeña imprenta. Fue justo en ese lugar donde lo sorprendieron los primeros levantamientos revolucionarios de 1910, sobre todo los comandados por Francisco I. Madero.
Sin embargo, fue el Golpe de Estado perpetrado por Victoriano Huerta en contra del maderismo cuando la Revolución comienza en verdad para Lázaro Cárdenas. Cuando sólo tenía 16 años, autorizó la impresión de un manifiesto de los cuerpos rebeldes que querían asesinar al conservador Huerta, quien a su vez era apoyado por el Gobierno de Estados Unidos para mantenerse en la Presidencia de México.
Por haber impreso ese documento, Cárdenas debe salir huyendo de Jiquilpan rumbo a Tierra Caliente, en el estado de Michoacán. Allí, después de varias semanas de deambular, se encuentra en Apatzingán con el general Guillermo García Aragón, quien era compadre del luchador revolucionario Emiliano Zapata y le hereda a Lázaro todas las ideas del agrarismo.
Según Pérez Montfort, ese fue el momento clave para que Lázaro Cárdenas comenzara a desarrollar una ideología política cuyos ejes rectores eran la justicia social, el nacionalismo y la justa repartición de tierras. Rápidamente, Cárdenas fue nombrado capitán entre las tropas revolucionarias por su talento como estratega y buen comunicador.

La llegada al poder

Tras ser revolucionario, en 1914 se une a las fuerzas constitucionalistas del general Venustiano Carranza, quien se convertiría pronto en el presidente de México y fue el artífice principal de la Constitución de 1917 que actualmente rife al país latinoamericano.
Después, rompe con Carranza y con Zapata y se pone al servicio de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, quienes tenían la idea primigenia de "institucionalizar la Revolución", es decir, condensarla en un partido político que se llamó Partido Nacional Revolucionario (PNR), fundado por Calles y el cual sería la base formal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se mantuvo en el poder de México durante más de 70 años, conformando lo que muchos intelectuales como Vargas Llosa llamarían "la dictadura perfecta".
Luego de una polémica cercanía con Plutarco Elías Calles —severamente criticado por no retirarse de la vida pública e interferir en presidencias que ya no le correspondían—, el general Cárdenas emprende una campaña electoral y, el 1 de diciembre de 1934, asume la Presidencia de la República.
"El suyo fue un gobierno de grandes impulsos generosos, todos ellos con finalidades de carácter incuestionablemente popular, de favorecer a la gente pobre", opinó el historiador mexicano Daniel Cosío Villegas, fundador de instituciones medulares para la cultura latinoamericana, como el Fondo de Cultura Económica (FCE), el Colegio de México (Colmex) y el Colegio Nacional.
No fueron pocos los que cuestionaron su afán por "destruir" el orden establecido, sobre todo en el ámbito económico. En específico, sus opositores despreciaban sus "políticas populistas" que estaban reflejadas en la Reforma Agraria y la Expropiación Petrolera.

"Cárdenas fue un estupendo destructor. Eso de meterse con las haciendas de algodón, del café, que sus dueños habían defendido durante tantos años... Fue la conciencia de la Revolución Mexicana", aseguró Cosío Villegas, quien vio en Cárdenas al mandatario perfecto para quebrar el statu quo del país.

Sin embargo, la prudencia también cupo en el Tata. En su libro Las raíces del nacionalismo petrolero en México (2009), el historiador Lorenzo Meyer explica que no todo fue radicalismo en el Gobierno cardenista.
Casi un mes después de la expulsión de las compañías extranjeras que explotaban el petróleo mexicano en detrimento del pueblo, la Administración del presidente Cárdenas "ofreció un arreglo según el cual las propiedades podían volver a ser operadas por las empresas, pero bajo contrato con México". Esto quiere decir que, además de disruptivo, el general también era un jefe de Estado previsivo.

Trotski, amigo

México fue el primer país en ofrecerle asilo político a León Trotski, eminente figura política del comunismo que había triunfado en Rusia en la Revolución de Octubre de 1917 y había derivado en la conformación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Si los mexicanos arroparon al líder revolucionario perseguido por el régimen de Stalin fue gracias a varias personas, tres principalmente: el muralista Diego Rivera, el militante de la Liga Comunista Internacionalista, Octavio Fernández, y el presidente Lázaro Cárdenas. Los tres eran simpatizantes de las ideas socialistas que impregnaban el mundo bajo la promesa de una sociedad más justa.
"El señor Trotsky puede venir a México. El Gobierno que represento le acordará el asilo en su carácter de refugiado político", afirmó el general Cárdenas, según consta en el ensayo León Trotsky: México, su refugio y su tumba, de la historiadora Elsa Aguilar Casas del INEHRM.
​"Trotski recibió el aviso de que era bien recibido en México, un país del cual sabía muy poco, si no es que nada. Aprovechó el largo viaje a bordo de un barco noruego para leer cuanto pudo acerca del lejano país al cual le debía la vida. El revolucionario y su esposa, Natalia, llegaron a Tampico el 9 de enero de 1937; de ahí se trasladaron a la Ciudad de México, para ser hospedados en la casa de Diego Rivera y Frida Kahlo, ubicada en Coyoacán", cuenta la experta.
Sin embargo, aunque su estancia fue un remanso de paz temporal, Stalin quería acabar definitivamente con Trotski, por lo cual dio órdenes a su policía secreta para matarlo en territorio mexicano.
"Un primer atentado ocurrió el 24 de mayo de 1940, cuando al amparo de la oscuridad, un grupo de hombres comandados por el pintor David Alfaro Siqueiros descargó sus armas en la casa de Viena. Increíblemente, a pesar de los centenares de balas disparadas, el matrimonio Trotsky salvó la vida", detalla Aguilar Casas.
"Pero no cejaron los planes de ejecutar las órdenes de Moscú. Se ideó otra estrategia. En la casa habitada por los dos emigrados, además de la pareja, asistían vigilantes, trabajadores, visitas, que no faltaban, y una secretaria, Silvia Ageloff. Ésta fue el hilo más delgado que los enemigos encontraron para concretar las órdenes de Stalin. Un joven comenzó a cortejarla; se hicieron novios, él entraba a la casa… se ganó la confianza; con el pretexto de darle a leer un texto al revolucionario [Trotski], logró acercarse a él y, sin perder tiempo, asestó un terrible golpe en su cabeza, el arma fue un piolet, o piqueta para montañismo, que le clavó en el cráneo. El asesino se llamaba Ramón Mercader", concluye.
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