La empresa impulsora del proyecto, Rio Motorpark SA, planea un circuito de 4,5 kilómetros, con capacidad para hasta 135.000 personas y preparado para recibir carreras tanto de Fórmula 1 como de Moto GP. Prometen miles de empleos, un alivio para una ciudad de capa caída. Los ecologistas, en cambio, alertan un crimen ambiental de proporciones descomunales.
"No es una selva, son unos arbustos altos que se desarrollaron y que tiene árboles que son altos (…) Da la impresión de que estamos haciendo el mayor mal a Río de Janeiro, y no es verdad", lamentó en una entrevista con Sputnik el director ejecutivo de Rio Motorpark y principal impulsor del proyecto, JR Pereira, cada vez más cuestionado.
Antiguamente, la "mata atlántica" (uno de los biomas más ricos del país) cubría toda la costa brasileña, pero hoy sólo queda el 12 por ciento de su superficie original. En Río de Janeiro, en el siglo XIX las plantaciones de café la arrasaron casi por completo. Sobrevivió la selva encaramada en los famosos "morros" de la ciudad… y excepciones atípicas, como Camboatá.
Por eso, los ecologistas que critican el circuito tan sólo piden que se construya en otro lugar: "La idea es muy grave y muy peligrosa porque estamos hablando de 200.000 árboles (…) esa zona absorbe un millón de metros cúbicos de agua de lluvia en una región que sufre mucho con las inundaciones. El circuito se puede construir al lado, en otras zonas donde no hay tanta cobertura vegetal", explica a Sputnik el coordinador de la organización SOS Floresta Camboatá, Felipe Candido.
Hamilton en contra
Lo cierto es que llama la atención el empeño de los promotores en levantar el circuito justo ahí. En los alrededores hay terrenos gigantescos de pastizales de escaso valor ambiental. La mayoría son tierras públicas. El propio bosque de Camboatá pertenece al Estado, y lo gestiona el Ejército desde hace décadas (hubo un tiempo en que sirvió de entrenamiento para los militares).
JR Pereira asume que "cualquier obra tiene un impacto ambiental", pero dice que no talará 200.000 árboles, sino 70.000, y que lo "compensará" plantando otros 700.000 donde digan la secretaría de Medio Ambiente. Los activistas desconfían: "No se compensa un bosque existente plantando árboles", critica Candido.
Otro que tiene dudas es el piloto Lewis Hamilton, cada vez más abanderado de las causas sociales y ambientales. Cuando el año pasado le preguntaron sobre la posibilidad de correr en Río dijo que era un gasto innecesario: "Para hacer el circuito, ¿van a tener que talar árboles? No apruebo eso. Tenemos un país muy bonito aquí, una selva importante para nuestro futuro. Tenemos que centrarnos más en el medio ambiente", proclamó.
JR Pereira dice que después de ese "incidente diplomático", habló con Hamilton, porque "él pensaba que esto era la Amazonía o algo así". Insiste en que no hay alternativa a la ubicación. Asegura que las áreas que apuntan los ecologistas como alternativa no pueden usarse porque son estratégicas para el Ejército, que las considera zonas de seguridad nacional.
Intereses políticos
El proyecto viene de lejos, pero hasta hora dormía en un cajón. Se reactivó en los últimos meses gracias al empuje del alcalde de Río, Marcelo Crivella, quien también encontró eco en el Gobierno del estado y en el Gobierno central. El presidente Jair Bolsonaro se convirtió en un entusiasta, y JR Pereira se ha reunido personalmente con él en varias ocasiones.
El año pasado, Bolsonaro se reunió con el director de la Fórmula 1, Chase Carey, y dijo que había un "99% de posibilidades" de que las carreras se celebrase en Río de Janeiro ya en 2021. Carey le desmintió rápidamente diciendo que aún no había nada cerrado, y desde entonces guarda silencio.
El circuito sufrió varios reveses judiciales, pero hora todo son prisas. La empresa dice que podría colocar excavadoras en el terreno este mismo mes. Mientras tanto, esta semana la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro votará un proyecto de ley para convertir Camboatá en un parque natural e intentar salvarla del asfalto en el último minuto.