Los argentinos suelen decir que los gorriones fueron introducidos por el presidente Domingo Faustino Sarmiento, que en 1871 realizó una histórica suelta de estas aves en la Plaza de Mayo, ubicada en el centro de la Ciudad de Buenos Aires.
Sea quien sea el responsable, lo cierto es que el gorrión se adaptó perfectamente a vivir en Buenos Aires, algo que también sucedió en otras grandes ciudades del mundo. Y es que el pajarito lograba anidar perfectamente en los techos de tejas de las casas, alimentándose de los más frecuentes desperdicios urbanos.
La tranquilidad cesó para el gorrión en las últimas décadas, cuando los cambios arquitectónicos fueron eliminando del paisaje urbano a las viviendas bajas y con techos tejados, dando lugar a altos edificios, muchas veces con fachadas totalmente vidriadas.
La alimentación también se volvió un problema, dado que los pichones de gorrión se alimentan únicamente de insectos, particularmente de grillos o langostas, que viven en pastizales. La desaparición de muchos espacios verdes en favor de plazas y lugares repletos de cemento hizo desaparecer los espacios en los que los pequeños gorriones encontraban su alimento.
Consultado por el diario Página 12, el ornitólogo argentino Lucas Leveau indicó que, al comparar los relevamientos hechos en 2016 y 2017 con respecto a uno anterior de 2004, encontró que donde antes había "poblaciones estables" de estas aves ahora ya casi no se encuentran gorriones.
En efecto, durante los ocho años de Macri al frente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2007-2015) y los cuatro de su correligionario Horacio Rodríguez Larreta (2015-2019), la capital argentina perdió unas 300 hectáreas de áreas verdes, según cifras que maneja la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.
El respaldo de la gestión macrista a la especulación inmobiliaria motivó la proliferación de grandes edificaciones, perjudiciales para la supervivencia del gorrión. Lo mismo sucedió con la decisión gubernamental de sustituir el pasto natural por la grama de semilla que, si bien es mejor desde el punto de vista estético, no permite albergar a los insectos de los que se alimenta el gorrión.