En una carta pública al presidente chino Xi Jinping, los firmantes —entre ellos, el exsecretario de Exteriores británico Sir Malcolm Rifkind, el excanciller australiano Gareth Evans y el exembajador canadiense en Pekín, Guy Saint-Jacques- señalan que el arresto significa que "los intercambios constructivos no son bienvenidos e incluso son arriesgados en China".
El primero, según ella, es "una irreverencia extrema" hacia diplomáticos e investigadores que están trabajando en China y a los que equiparan a dos "sospechosos de una actividad que pone en peligro la seguridad nacional"; el segundo error es "la injerencia en los asuntos judiciales internos".
La demanda de liberar a los dos canadienses que están siendo investigados en China constituye "una presión flagrante y una falta de respeto hacia la soberanía judicial de China y la primacía de la ley".
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A principios de diciembre pasado, China arrestó al exdiplomático canadiense Michael Kovrig y, más tarde, a otro nacional de Canadá, Michael Spavor, fundador de una empresa que promueve intercambios culturales con Corea del Norte.
El caso de Meng crispó las relaciones entre Ottawa y Pekín en las últimas semanas.
El 11 de diciembre, la ejecutiva de Huawei obtuvo la libertad bajo fianza pero permanece en Canadá, bajo vigilancia electrónica y física, a la espera de que la justicia canadiense decida sobre su extradición a EEUU por presuntas violaciones de las sanciones impuestas por Washington a Irán.