La inflación es la mayor preocupación de la economía personal y familiar de todo aquel que viva en la Argentina. Más allá del impacto que produce el estrés de tener que adecuarse a los precios siempre en alza y a la caída del poder adquisitivo, los aumentos de los servicios médicos son la manifestación más clara de cuánto afecta este fenómeno directamente en la salud de los habitantes.
"A menos que vivas cerca de alguna clínica pública que esté en óptimas condiciones o que la obra social de tu trabajo sea excelente, tener una prepaga para mí es una necesidad", dijo a Sputnik Fernando, trabajador independiente y padre de dos hijos menores de edad.
"Hoy hay más opciones. Suben los precios pero podés cambiar de empresa, algo que no te conviene si estás cerca de los 65 porque si no tenés como 10 años de antigüedad te cobran muchísimo más. En el último tiempo conozco mucha gente que como yo nos cambiamos a planes similares pero de hospitales privados o de seguros que son más accesibles que las prepagas más conocidas", señaló.
En un país donde el salario mínimo está fijado en 10.000 pesos (360 dólares) mensuales, este tipo de servicios privados resultan difíciles de afrontar para las clases sociales de menores ingresos, que dependen del sistema de salud pública (20% de los habitantes, según fuentes oficiales) o principalmente de la cobertura garantizada por las obras sociales.
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Es por esto que, entre obras sociales y prepagas, aproximadamente un 65% de la población argentina cuenta con algún tipo de cobertura de salud, uno de los índices más altos de la región. Según el último informe de la Asociación Latinoamericana de Sistemas Privados de Salud (Alami), le siguen Uruguay (58%), Colombia (46%), Brasil (23%), Chile (19%), Perú (7%) y México (1%).