Cuando al empresario Antonio Campana le diagnosticaron cáncer en la década de los 90, eligió dedicarse a las cosas que le daban placer en el tiempo que le quedaba tras una vida dedicada a su empresa de alimentos en conserva. Una de ellas, la construcción, a pesar de no tener formación en esa área.
"Estamos hablando de un hombre que con una gran creatividad, pasión y sentido del diseño. Campana comienza a pensar a soñar, a sentir y a proyectar todo lo que tenía en su mente y lo plasma en Campanópolis, una obra que demanda más de veinte años y que tiene mucha relación con el patrimonio nacional argentino", dijo a Sputnik Sergio Olivera, coordinador de los guías turísticos del complejo.
En un terreno de más de 200 hectáreas, hay en total unos 40 edificios, que componen un recorrido fantástico a poca distancia del centro de la capital argentina. El camino tiene postales que podrían ser parte de una novela de caballería o incluso de un cuento de terror.
En aquel entonces, Buenos Aires crecía en vertical: en lugar de las tradicionales casonas de barrio, se erigían torres y edificios. La modernización de la ciudad arrasaba con el patrimonio edilicio. Las antiguas y centenarias puertas, ventanas, rejas y ornamentos se vendían en casas de remate para recuperar los costos de las demoliciones. En los 90, buena parte de la red ferroviaria argentina se desmanteló, y con esto elementos ligados a este sector también fueron puestos a la venta al mejor postor.
El emprendedor utilizó todos estos materiales para levantar su aldea en González Catán, una localidad de la periferia bonaerense. Detrás del proyecto está la idea del "reciclado, la reutilización y la optimización" de los elementos constructivos. Eso redundó en la creatividad del lugar: edificó su aldea con lo que tenía a disposición en un determinado momento y lugar, en un entorno arbolado que constituye "un pulmón verde" en medio del gris del Gran Buenos Aires.
El reciclaje dio como resultado un complejo ecléctico, producto de la suma de los distintos elementos que el empresario fue incluyendo en su proyecto. Según Olivera, "Campana en sí no pensó en darle un estilo a este lugar". Sin embargo, en opinión del guía, los repetidos viajes por Europa y otras partes del mundo de Campana, sus lecturas y la admiración por el arquitecto español Antonio Gaudí, repercutieron de alguna manera en la concepción del lugar. Pero a diferencia del exponente del modernismo catalán, el argentino era un aficionado.
La multiplicidad de influencias fue "resignificada" por los visitantes que comenzaron a transitar la aldea y que identificaron ciertos atributos que remontaban a un ambiente medieval. Cuando Campana se dio cuenta de esto "comenzó a seguir ese estilo", dijo Olivera.
"Si uno mirara en sombras a Campanópolis, tiene formas medievales. No así los contenidos, que más bien responden a algo plenamente ecléctico en objetos de distintos tiempos y lugares, que hacen a un tiempo indefinido. Resultan en una aldea también de de una apariencia caótica pero en esencia realmente artística", añadió el especialista.
De este modo, "cada persona resignifica el lugar a su parecer, a su semejanza y de acuerdo a su propia experiencia". Los visitantes pueden verse reflejados en objetos que tenían en su casa, que le rememoran a sus familias o también a raíz de una "pasión por lo medieval", concluyó Olivera.