La respuesta inmediata podría ser que sí, a la luz de la 21ª Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21) celebrada en París entre noviembre y diciembre de 2015. Pero, después de analizar detalladamente la situación, la triste conclusión es que la realidad ha superado a la reacción de la comunidad internacional.
El problema es que el Acuerdo de París ya se está quedando obsoleto por la virulencia de los cambios.
2015 ya fue el año más cálido de la Historia y el fenómeno climático denominado El Niño fue entonces más monstruoso que en los últimos 15 años. 2016 va a acabar mal, con poco hielo sobre todo en las latitudes septentrionales. La mayoría de los glaciares se repliegan. Si no se frena esta tendencia, podríamos quedarnos sin hielo marino cualquier verano de mediados de siglo. Y eso está afectando indefectiblemente al nivel del mar que sube centímetro a centímetro. Países enteros formados por archipiélagos como las Maldivas (en el Índico) o Kiribati (en el Pacífico) empiezan a estar bajo las aguas y ya piensan en cómo sobrevivir en palafitos futuristas. También urge salvar la Gran Barrera de Coral de Australia, el mayor arrecife coralino del mundo, amenazado por la climatología adversa.
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Hay que darse prisa. El reloj del cambio climático ya echó a andar y camina más deprisa que los tratados que intentan paliar sus nefastas secuelas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK