Los primeros contactos entre los rusos y los pueblos indígenas de Siberia datan del siglo XI, cuando las primeras expediciones llegaron a esta inhóspita región.
En 1483, Moscú lanzó una ofensiva contra los nómadas del este y se topó con el Kanato de Siberia, integrado por los pueblos nativos de la zona. El Kanato se sometió al control ruso en 1555, pero ya en 1563 su nuevo líder, Kuchum, restableció la independencia del territorio y empezó a asaltar algunas aldeas vecinas rusas. La reacción no se hizo esperar, y al poco partió una expedición rusa para tener un control efectivo de esta zona.
En 1581, el famoso líder cosaco ruso Yermak invadió las tierras del Kanato, y a pesar de su derrota y muerte en combate en 1585, las expediciones posteriores construyeron fortalezas siberianas que con el paso del tiempo llegaron a convertirse en grandes ciudades —Tiumén, Tomsk, Krasnoyarsk y Omsk, entre otras—.
¿Colonialismo o integración?
Las relaciones de Moscú con los territorios conquistados todavía son objeto de discusión. Históricamente, la conquista de Siberia coincide con el período de colonialismo europeo, con la única diferencia de que en el caso de Rusia se empleó la vía terrestre en vez de la marítima.
Así, los líderes de los Kanatos conquistados obtuvieron los mismos privilegios que los nobles rusos —los boyardos—, y a menudo fueron designados para gobernar no solo sus propias tierras, sino también otras regiones.
En otros casos, la presencia rusa logró acabar con los antiguos conflictos entre las tribus locales: al incorporarse al Imperio, los pueblos asumieron el sistema de derecho y de administración que permitió gobernar el área con un cierto orden y justicia.
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Con el avance de Rusia hacia el este de Siberia, la resistencia de las tribus se fue incrementando. Entre ellos se destacaron los Yakuts y los Chukchi, que atacaban y destruían frecuentemente las fortificaciones rusas. Moscú contestaba con feroces represalias con el fin de someter a los líderes nativos bajo el mando ruso.
Además de los combates con las expediciones rusas, los pueblos indígenas siberianos sufrieron los inevitables males asociados al choque de dos culturas distintas. También las enfermedades traídas por las expediciones al territorio mermaron a la población nativa.
A pesar de las opiniones controvertidas de algunos historiadores, el objetivo de la 'colonización' rusa no fue ni perpetrar un genocidio ni someter a la esclavitud a los pueblos indígenas, afirma el medio.
El Estado ruso buscó incorporar nuevas tierras en su seno mediante la integración de las élites locales, ofreciendo, además, una transición entre los privilegios existentes entre estos grupos y la legalidad rusa. Sin embargo, este proceso no evitó que se produjeran enfrentamientos sangrientos pero, finalmente, los pueblos indígenas pudieron encontrar su lugar en el Estado multinacional ruso.
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La experiencia de la URSS también es una muestra de ello. En aquella época se aprobaron programas estatales de apoyo a los 'pequeños pueblos' de Siberia: para salvaguardar sus lenguas, obras literarias, modo de vida tradicional y otros aspectos de la vida, que fueron protegidos legalmente con el fin de prevenir, en cierto modo, su completa asimilación.