Así, según el mismo Stoltenberg, "comía regularmente bocadillos de camarones entre las discusiones políticas con el personal de la inteligencia soviética".
Entre los 'compañeros' del actual secretario general de la OTAN se destacó Borís Kirílov —agregado cultural de la embajada de la URSS en Oslo— quien trabajaba para la KGB y fue encargado de reclutar agentes noruegos e informantes confidenciales.
Stoltenberg describió a Kirílov como "un interlocutor bien informado e interesante".
De esta manera, fue su padre quien le convenció de la importancia de la comunicación con los agentes de la KGB, los cuales "eran las personas más inteligentes" y "disponían de los mejores contactos en Moscú".
I morgen kommer boken min. Dette er "Min historie".
— Jens Stoltenberg (@jensstoltenberg) 29 сентября 2016 г.
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Los contactos no terminaron hasta el año 1990, cuando el Servicio de Seguridad de la Policía de Noruega advirtió a Stoltenberg sobre el riesgo de esta interacción.
"Más tarde me enteré de que me habían dado un nombre código. En los archivos de la KGB fui 'Steklov'", escribió Stoltenberg en su autobiografía.
La comunicación 'peligrosa' concluyó en 1990 después de que el Servicio de Seguridad de la Policía de Noruega le encargara a Stoltenberg cuestionar a Kirílov sobre su afiliación con los servicios de inteligencia además de proponerle al agente soviético que "abandonara el barco".
La misión de Stoltenberg consistía en comunicar que "Noruega era un país seguro" donde Kirílov estaría "bien cuidado".
El intento de 'contra-reclutar' a Kirílov fracasó y Stoltenberg no volvió a ver al agente. Asimismo, en 1991, Kirílov fue declarado persona non grata por el Gobierno del país.
Además, de acuerdo con los medios noruegos, los agentes de la KGB frecuentemente se ponían en contacto con políticos jóvenes durante la época de la Guerra Fría.