Según los representantes del Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso), en el año 2015, un ciudadano ruso envió una carta a la CIA en la que aseguró que disponía de información confidencial acerca de las acciones de las Fuerzas Armadas rusas. El individuo ofreció amablemente a los agentes estadounidenses una sencilla transacción comercial: secretos a cambio de dinero. A los espías de EEUU les interesó la propuesta y no tardaron en responder, pero, al mismo tiempo, aplazaron la cuestión del pago.
Durante el intercambio de correspondencia con los agentes de la CIA, el ingenioso individuo, informático de profesión, trató de recabar información confidencial de un amigo que en aquel momento estaba haciendo el servicio militar en Rusia. El soldado ignoraba por completo los secretos castrenses, pero ambos decidieron continuar con el juego.
Los jóvenes empezaron a inventar historias sobre el despliegue de tropas, la disposición de misiles y enviarlas a la Inteligencia norteamericana.
La correspondencia fue cortada por integrantes de la Inteligencia del país eslavo. "En tanto que los jóvenes no disponían de información verdadera, se les eximió de responsabilidad penal", subrayaron desde el FSB.
Sin embargo, lo que más asombró a los miembros del Servicio de Inteligencia ruso es el hecho de que sus colegas norteamericanos prestaran tanta atención a informaciones de origen tan dudoso.