Confiesa que le costó mucho la adaptación al principio. Se encontró con la 'frialdad' de los rusos, para descubrir con el paso del tiempo, la amabilidad y la apertura de los ciudadanos de este país. No obstante, Sebastián reconoce que hay que 'dar unos cuántos pasos hasta romper esa barrera'.
Lo que le ha llamado la atención a Sebastián es el amor a lo grande que tiene el moscovita: 'todo tiene que ser muy grande', señala el chef, quien en la cocina tradicional rusa encuentra varias similitudes con la cocina tradicional argentina: pocos productos con los que se hacen muchas cosas. 'La cantidad de sopas que hay en Rusia no las he visto en otro lado', señala. Con respecto a lo laboral, sentencia: 'La forma de trabajar en Rusia es diferente a la del resto del mundo'.
Sebastián Ojeda ha formado una familia en Rusia. Se emociona al afirmar que su esposa rusa es una ayuda invalorable en su día a día, y que de no ser por ella, no hubiera durado más de un par de años en este país. Es así que sus primeros tres meses en la ciudad fueron tan duros que reconoce que si le hubieran dado un pasaje de vuelta a Argentina, se hubiera regresado. No obstante que hoy por hoy no siente esa necesidad de irse, y lo atribuye a su mujer.
Le gusta el mercado de productos, la tranquilidad de las afueras de Moscú, donde tiene su 'dacha' (casa de campo) rodeada de bosques, y su huerta. Allí siente estar en San José de Tanti, su pueblo natal.
'Lo que me ha dado Moscú, no me lo ha dado Argentina. Me ha dado mucho y me enseñado mucho', concluye entre sentimientos de regocijo, satisfacción y agradecimiento, el chef argentino.
