Catar cambia su monarca para dar cara a la “primavera árabe”

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De hecho el pasado martes Catar tuvo dos emires a la vez: durante una ceremonia solemne transmitida en directo el emir padre, Hamad bin Jalifa Al Thani, abdicó en su hijo Tamim.

Catar, un estado de población no demasiado grande, pero fabulosamente rico en petróleo y gas, cambia de emir.

De hecho el pasado martes Catar tuvo dos emires a la vez: durante una ceremonia solemne transmitida en directo el emir padre, Hamad bin Jalifa Al Thani, abdicó en su hijo Tamim.

Para una monarquía, semejante traspaso del poder es un acontecimiento muy poco frecuente y parece ser parte lógica de la cadena de cambios revolucionarios que sigue viviendo el mundo árabe. Y no sólo el árabe.

Porque tales problemas de la clase media, como la reducción de sueldos, la vivienda de baja calidad, los fallos del sistema bancario y la falta de empleo para cuadros cualificados son igual de agudos en Europa, Estados Unidos y Rusia. Y los descontentos de los países árabes también empezaron con protestas contra la precaria situación económica y social.

El deseo de gente formada pero no demandada de que se la tenga en cuenta en las elecciones o la toma de decisiones sobre su entorno (sea construcción de carreteras, destrucción de parques o organización de costosos eventos deportivos, por poner varios ejemplos) suele ser obviado por las autoridades de sus países. Y la corrupción no es un problema exclusivamente árabe.

Los problemas enumerados tienen carácter universal, lo que varía son los detalles. Las monarquías suelen tener por norma el principio hereditario en el poder, sólo que todo ocurre normalmente al fallecer el anterior soberano.

Al poder no se renuncia y no es por falta de ganas

Lo que ha ocurrido en Catar es algo extraordinario. En realidad antes ha habido ciertos rumores: hace algunos meses recibí correos de mis compañeros extranjeros que hacían suposiciones sobre un posible cambio de poder en Catar antes del próximo 9 de julio, inicio del mes de Ramadán.

El emir deseaba preparar un cambio suave y predecible del poder. Y lo consiguió. Pero también sorprendió al mundo. ¿Que un monarca oriental, estando en su sano juicio, renuncie al poder de buena voluntad y no forzado por unos conspiradores? Ni siquiera muchos presidentes de república son capaces de renunciar al poder, llevan gobernando largos años y van envejeciendo, trabajando duro y creyéndose insustituibles. Los dirigentes de Túnez, Egipto, Libia y Yemen se preocuparon del bien del país a su manera, velaban por la estabilidad y tenían sincero miedo a los cambios.

Mi experiencia de entrevistas a líderes derrocados demuestra que su reticencia a la hora de renunciar al cargo no se debía a su vanidad, sino a que creían que su deber era seguir en el poder, por mucho esfuerzo que les supusiera. Y los asesores no les quitaban esta ilusión.

El resultado es bien conocido: hace dos años en los países del mundo árabe estallaron revoluciones. Los 'tsunamis' de inestabilidad que nacieron de las revueltas hicieron estremecerse a toda la región y parecen haber provocado sacudidas que afectan al mundo entero.

Un monarca que se adelante a los ánimos del pueblo

En estas circunstancias el ya antiguo emir de Catar Hamad bin Jalifa al Thani se adelantó a los ánimos del pueblo. Se debe a que su salud es bastante delicada, porque el jeque de 61 años padece diabetes.  En los dos últimos años este hombre, antes algo sobrado de peso pero muy enérgico, se ha quedado muy delgado y con marcas de malestar físico en la cara.

¿Pero acaso ha habido pocos ejemplos de líderes enfermos que, sin embargo, se veían incapaces de dejar su puesto? Ni hay fuerzas para seguir ni fuerzas para dejar de ser lo que uno es. O, posiblemente, el entorno sigue interesado en tener a este líder, aunque ya carezca del brío de antaño. En la URSS hubo varios secretarios generales del PCUS con estas características.

En las monarquías, sobre todo las de esa zona, el soberano sólo se marcha al morir o al ser desplazado del poder como resultado de una intriga. Hamad bin Jalifa Al Thani también recurrió a este método al desplazar del poder en 1995, en el transcurso de un golpe de Estado sin derramamiento de sangre, a su padre: un líder que no se daba cuenta de la necesidad de desarrollar el país en vez de mantener inalterables las obsoletas tradiciones.

Además, en Catar no existen problemas económicos. En este diminuto país, con menos de dos millones de habitantes, sólo cerca de 250.000 son ciudadanos y el resto trabaja en el sector de servicios. Todos llevan una vida de sosegada abundancia, de modo que los problemas que provocó la “primavera árabe” les son bastante ajenos.

El pequeño Catar, con sus ambiciones políticas y amplias posibilidades económicas, se dedicó a ayudar a la oposición en otros países árabes. Fomentó sus relaciones con Occidente y mantuvo contactos con Israel, mostrando también su benevolencia a los fundamentalistas islámicos.

Las malas lenguas vaticinaban tiempos difíciles para el emirato. Y aunque no había ninguna premisa, el emir decidió actuar. Su decisión es una acción preventiva, una valiente respuesta a los retos de la “primavera árabe”.

Un emir que prepara el Mundial de Fútbol

Problema consiste en que el nuevo emir, de tan sólo 33 años de edad, es demasiado joven para dirigir un Estado. Pese a su edad, cuenta con amplia experiencia diplomática. Acompañó a su padre en importante reuniones y cumplió con delicadas misiones, desde que el emir Hamd bin Jalifa Al Thani lo nombrara príncipe heredero en vez de su hijo mayor Jassim.

Uno de los sectores que se encontraban a cargo del jeque Tamim era el deporte. Gracias a su esfuerzo a Catar se le concedió el derecho de celebrar en 2022 el Mundial de Fútbol. Los politólogos, sin embargo, se hacen la pregunta de si el joven emir será capaz de cumplir con las expectativas.

La abdicación del emir parece ser un paso meditado y acertado. En el discurso que pronunció durante la ceremonia Hamad bin Jalifa Al Thani se dirigió en primer lugar a los jóvenes árabes. Dijo que “los jóvenes llevan el espíritu de la época. Ha llegado la hora de iniciar una nueva página en nuestra historia”.

Y no lo ha dicho por decir, porque muchos sociólogos han llegado a la conclusión de que la explosión que está viviendo en estos momentos el Oriente árabe fue provocada por falta de salidas para la energía de los jóvenes. Los ascensores sociales han dejado de funcionar para la gente joven y de mediana edad, mientras que el círculo de quienes tienen acceso al poder y a los beneficios que otorga se estrecha de día en día.

En todos los países sin excepción alguna en los últimos años ha aumentado el número de jóvenes. Y las tecnologías modernas les permiten saber cómo exactamente vive la gente en otras partes. No es tan difícil ver que, si nada cambia, alguien impide que los cambios se operen.

El mundo exige cambios. No es ninguna garantía de un futuro feliz, los cambios no son sino un paso hacia lo desconocido. Pero estar avanzando, aunque de manera lenta y a trompicones, es mejor que esperar a que alguien nos dé un impulso.

*Elena Supónina es experta en Oriente y analista de temas políticos.

LA OPINION DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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