Japón y China se disputan las islas de Senkaku-Diaoyu por cuestión de autoestima

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“Que Estados Unidos retire sus portaaviones de la zona adyacente a las islas disputadas, entonces serán de verdad neutrales”, ésta es la idea clave de los actuales comentarios chinos respecto al contencioso territorial entre China y Japón sobre las islas Senkaku o Diaoyu.

“Que Estados Unidos retire sus portaaviones de la zona adyacente a las islas disputadas, entonces serán de verdad neutrales”, ésta es la idea clave de los actuales comentarios chinos respecto al contencioso territorial entre China y Japón sobre las islas Senkaku o Diaoyu, según la denominación de un país u otro.

Y, aparentemente, Washington, a pesar del respectivo acuerdo con Tokio, no tiene nada que ver en toda esta historia.
 
No habrá guerra

Los periodistas suelen tener la costumbre de fijarse únicamente en las malas noticias, por ejemplo el conflicto entre China y Japón sobre las mencionadas islas. Y también tienden a olvidarse de lo que deja de ser noticia candente.

No es un rasgo muy positivo, porque los acontecimientos más interesantes normalmente no provocan mucho ruido.

En el caso de las islas fue fundamental el informe del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos del pasado 24 de septiembre, que fue facilitado a la parte china con cierta demora, por lo que no se ha discutido hasta ahora. Entre otros datos, en el documento se señala que el Departamento de Estado asume una postura neutral respecto a la disputa territorial que mantienen tres capitales -Pekín, Tokio y Taipéi- sobre las islas más sureñas y deshabitadas del archipiélago japonés.

Por esta razón, sigue el informe, a dicho asunto no se le aplicará el acuerdo sobre cooperación bilateral y garantías de seguridad de 1960 entre Washington y Tokio. En otras palabras, si Japón decide dejar de comportarse con cautela, EEUU no lo protegerá.

Sin embargo, los arriba mencionados portaaviones estadounidenses que provocan tanta tensión a China permanecen en la zona, recordando de esta forma a Pekín la escasa conveniencia de movimientos bruscos. Como resultado, esta disputa territorial dejó de presentar interés para el mundo y entró en la etapa de intercambio de declaraciones altisonantes. Mientras tanto, las islas siguen bajo control de Japón.

Habría que señalar al respecto que el Servicio de Investigación del Congreso no toma ningún tipo de decisiones, sino que se limita a redactar documentos de uso interno y de carácter informativo. Sin embargo, el próximo noviembre, aparte del presidente de EEUU, se reelegirá a parte de los miembros del Congreso, que lo que menos necesitan en estos momentos es una guerra nuclear con China desencadenada por culpa de varias rocas en medio del océano.

Dadas las circunstancias, Japón representa una especie de ‘Israel en Oriente’ que fuerza a Washington a dar pasos a menudo demasiado bruscos.

Habría que recordar también que la historia Senkaku-Diaoyu es, en el mejor de los casos, una muestra de falta de atención de EEUU después de la Segunda Guerra Mundial. En el peor, es un foco de tensión creado de manera artificial en la época de la posguerra. Y no es el momento de que empiece a arder.

De modo que a la pregunta de ¿habrá una guerra? se puede con toda seguridad dar una respuesta negativa. Tokio, por su parte, se muestra dispuesto, como mínimo, a reconocer la existencia de discrepancias sobre el tema con Pekín.

Mientras la disputa se encontraba en su fase aguda, numerosos emitían juicios sobre los aspectos de interés del caso, aparte de la posibilidad de “guerra y paz”. Por parte de Rusia, merecería la pena citar la opinión de Alexander Lukín, muy breve en sus declaraciones. Habla de la psicología de dicho conflicto y llama la atención sobre los rasgos que lo distinguen de otros casos parecidos. Vaticina que va para mucho tiempo.
 
Un pueblo orgulloso y sensible
 

Nunca está de más conocer las particularidades de cada pueblo, sin embargo, entre todas las etnias hay bastantes rasgos en común. ¿Qué podría obligar a dos países vecinos, unidos por un estrecho vínculo económico y conscientes de la necesidad de esta cooperación, a enzarzarse en una pelea seria por unas islas desiertas? ¿Será que China las necesita, porque hay petróleo en la plataforma continental?

Bastaría con tomar un mapa y fijarse en que muy cerca de las islas en cuestión está situado Taiwán que en general coincide con Pekín en que “las islas son chinas”. Pero... ¿Qué ocurriría si Pekín hipotéticamente recibiera control sobre Diaoyu y empezara a ajustar las cuentas con Taipéi? ¿Para qué estropear las actuales relaciones bastante amistosas de las “dos Chinas”?

De modo que ni China, ni Japón, ni Taiwán realmente necesitan estas islas. Entonces ¿qué está ocurriendo? Parece cosa de emociones, un factor poco racional, pero no por ello menos importante, que impone sus reglas de juego en contra de toda lógica.

Testimonios de los ciudadanos rusos que trabajan en China permiten hacerse una idea más o menos clara de las manifestaciones antijaponesas masivas y en absoluto pacíficas que se convocan en diferentes ciudades del país. Un observador poco entendido inevitablemente caería víctima de la creencia de que las acciones de protesta son organizadas por las autoridades chinas, para reforzar su política exterior. Sin embargo, la vista desde dentro de China ofrece un panorama completamente distinto.

La sociedad china actual suele mostrarse muy activa: la gente se lanza a las calles, sin consultar a nadie y por cualquier motivo, sea el cierre de empresas o el aprovechamiento del suelo para obras de construcción. Y también para protestar contra las acciones de Japón. Las autoridades intentan tener las manifestaciones bajo control, pero a menudo fracasan en su intento.

La misma información llega de Tokio. Las autoridades japonesas también serían perfectamente capaces de seguir adelante sin estas pequeñas islas pero... dejarían de tener autoridad entre su pueblo.

Lo curioso es que estamos ante dos tipos muy distintos de nacionalismo: Japón, a diferencia de Alemania, que también perdió en la Segunda Guerra Mundial, no puede evitar sentirse un país perdedor. Por lo tanto, para la sociedad japonesa quedarse sin algunas islas, aunque no excesivamente necesarias, como es el caso de las Kuriles en el norte y Senkaku en el sur, es un motivo para deprimirse.

Y el en caso de los chinos de a pie la situación es diferente: sienten haber recuperado el poderío después de la época de desgracias del siglo XX y están ansiosos de hacerse notar.

No es ningún rasgo especialmente asiático, por lo menos, a los rusos no nos resulta sorprendente. Porque nuestro país en un tiempo muy breve pasó de profesar un tipo de nacionalismo a adoptar el otro tipo. La primera versión era más “japonesa” y consistía en que en los noventa había miedo de perder también las Kuriles, tras ver como se había desmoronado la Unión Soviética. Y en la actualidad nos son más cercanos los chinos: ¿Quedará alguien todavía sin enterarse de que es mejor no bromear con Rusia? Es algo que nos solemos preguntar de manera algo bravucona.

En realidad, a este tipo de ánimos se les sacaría más partido en los estadios deportivos.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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