La derrota en las elecciones es logro principal de Mijaíl Saakashvili

© SputnikFiodor Lukiánov
Fiodor Lukiánov - Sputnik Mundo
Síguenos en
En Georgia se produjo el cambio del poder. Parecía poco probable que el bloque opositor Sueño Georgiano consiguiera una victoria tan convincente, y aun menos probable que el presidente Mijaíl Saakashvili reconociera la derrota y anunciara que su partido pasaría a la oposición de inmediato.

En Georgia se produjo el cambio del poder. Parecía poco probable que el bloque opositor Sueño Georgiano consiguiera una victoria tan convincente, y aun menos probable que el presidente Mijaíl Saakashvili reconociera la derrota y anunciara que su partido pasaría a la oposición de inmediato.

Así concluye un experimento muy interesante: el intento de transformación radical de la manera de pensar del país con medidas de coacción para alcanzar el progreso. La nueva cuestión será si el estado georgiano puede desarrollarse eficientemente en condiciones del pluralismo real y democracia.  La experiencia de los noventa dio una respuesta negativa.

En realidad, el resultado de las elecciones es lógico. Mijaíl Saakashvili y su equipo ya llevan en poder desde hace 9 años, un plazo bastante grande para cualquier país. Además, durante todo este periodo Georgia estuvo sometida a reformas implacables. Sus arquitectos partieron de la idea de que las tareas de conseguir una transformación total y convertir Georgia en un país con futuro justificaban cualquier coste social y humanitario. Admitían que este enfoque perjudicaría a muchos, pero los que lo superaran vivirían luego en un Estado nuevo. Como regla, un reformador de este tipo no goza de popularidad aunque alcance resultados positivos (y en el periodo de presidencia de Saakashvili el país ha cambiado hacia mejor en muchos aspectos). De allí deriva la inevitabilidad del autoritarismo, sin el cual es imposible realizar transformaciones rechazadas por una gran parte de la población. Además, Mijaíl Saakashvili perdió la guerra, y con ella Abjasia y Osetia del Sur. Por mucho que insista en acusar a Rusia de agresión (lo que estuvo haciendo la cúpula dirigente georgiana todo el tiempo), esto no le quita su propia responsabilidad. Finalmente, pese a todo, no llegó el bienestar económico y, sea justo o no, en estos casos la culpa siempre se la echan al reformador, tanto más si es autoritario.

El líder de la oposición, Bidzina Ivanishvili, se aprovechó de la inconformidad acumulada con el poder. Los torpes intentos del partido oficialista de impedir las actividades del multimillonario solo consolidaron sus posiciones. Gracias a su imagen de ciudadano de la calle que pudo alcanzar un éxito extraordinario  (llegar a ser el hombre más rico del país) y además nunca hizo negocios en su patria (todo su capital proviene de Rusia), logró unir fuerzas de distinta índole y mantenerlas juntas hasta las elecciones. Sin embargo, ahora su tarea se complica, ya que la falta de un enemigo común priva a la coalición de la esencia de su existencia como tal. Por lo visto, al entrar en el parlamento el Sueño Georgiano se dividirá en distintas facciones, lo que afectará considerablemente la implementación de una línea política coordinada. También es posible que el Movimiento Nacional Unido de Saakashvili no sobreviva a la pérdida del poder  y se desintegre en grupos más pequeños. Sea como sea, el funcionamiento del parlamento será mucho menos predecible y más  embrollado. Y como desde año nuevo el parlamento escogerá al primer ministro, que gozará de la mayor parte de las competencias del presidente actual, la lucha será dura.

En Georgia tienen presente un ejemplo negativo y triste, que es el de Ucrania. Al llegar al poder en 2004 los ‘naranjas’ de Ucrania mostraron un nivel de irresponsabilidad política y de ambiciones personales de sus líderes tan alto que no solo prepararon el terreno para la revancha del régimen anterior, sino también hicieron a la población ucraniana perder la fe en la democracia para mucho tiempo. La oposición georgiana corre el riesgo de hacer lo mismo.

El programa del Sueño Georgiano se fundamenta en rechazo de Saakashvili, sin embargo ahora hace falta una agenda constructiva. Todavía no está claro qué se proponen hacer Ivanishvili y su equipo. El desmontaje del estado policial creado en Georgia en el curso de los últimos nueve años es prometedor desde el punto de vista de las libertades y el pluralismo, pero al mismo tiempo amenaza con perder las ventajas derivadas de un control duro. Se trata, en primer lugar, de un aparato estatal muy eficiente, un logro de Saakashvili que Georgia jamás -ni siquiera en la época soviética- pudo ostentar. La cuestión clave es si será posible salvaguardar este logro de la época de Saakashvili desmantelando su otro lado, el de gobierno autoritario.

Los representantes del partido oficialista insistían en que Ivanishvili es un proyecto ruso. Nunca han presentado ninguna muestra de ello. Aún más, Moscú se mostró inesperadamente indiferente y casi no hizo caso de lo que ocurría en su país vecino. Sin embargo, Bidzina Ivanishvili promete recuperar las relaciones con Rusia y tiene más posibilidades para hacerlo que el propio Saakashvili o su entorno. Sin embargo, los que votaron por el Sueño guiándose por estas razones probablemente quedarán desilusionados.

El obstáculo principal que bloquea las posibilidades del desarrollo de las relaciones bilaterales (el estatus de Abjasia y Osetia del Sur) no tiene su solución, ya que no hay espacio para maniobrar. Ningún jefe del Estado georgiano, aunque sea uno directamente llegado de Moscú, podrá reconocer la independencia de estos territorios sin correr el riesgo de ser enterrado bajo una ola de nacionalismo. Rusia tampoco puede retirar el reconocimiento de su independencia sin perder la cara y la fe de los demás países como en una gran potencia. Así que cualquier deshielo de las relaciones requiere el reconocimiento de un status quo, aunque sea no oficial,  y dejar la cuestión palpitante fuera del paréntesis.

En cuanto a lo demás, las mejoras son posibles si Georgia muestra iniciativa por su parte. No habrá iniciativa por parte de Rusia por falta de su interés en Georgia. Después del reconocimiento de Abjasia y de Osetia del Sur, Moscú no necesita de Tbilisi nada. Claro que las nuevas autoridades georgianas pueden declarar su intención de restablecer las relaciones diplomáticas y obtener una respuesta positiva. En este caso existe una alta probabilidad de facilitación de contactos humanitarios y una escasa de supresión de visados o, por lo menos, de volver a su concesión. También es posible que Rusia, al fin y al cabo, levante el embargo sobre las aguas minerales y los vinos georgianos. Es poco probable que los productores georgianos recuperen su parte de mercado, pero podrán hacerlo por lo menos hasta cierto punto.

Probablemente no habrá más pasos por emprender. Y hasta en este caso Tbilisi tendrá que aplicar una serie de medidas activas para interesar a Moscú. Un catalizador podría ser la renuncia de la intención de ingresar en la OTAN, como lo hizo Ucrania después de llegar Víctor Yanukóvich al poder. Pero en la sociedad georgiana es poco probable, ya que en este país, a diferencia de Ucrania, la idea de llegar a ser miembro de la OTAN es apoyada por la mayoría.

Georgia tiene por delante un periodo muy duro, pero eso no quita importancia a lo ocurrido. En el espacio post soviético hay pocos países donde el cambio de poder se realice vía elecciones democráticas, sin conmociones y con el sucesor presentado al público de antemano. Las pocas excepciones fueron varias elecciones en Moldavia, en Ucrania en 1994 y en 2010 y en Kirguizistán en 2011. Si Georgia llega a ser el cuarto país en la lista, será el mayor logro de Mijaíl Saakashvili, y todo lo que hubiera hecho antes queda atrás. Pero no vamos a adelantar acontecimientos. Todavía le quedan tres meses de presidencia hasta el 1 de enero, cuando prácticamente todo el poder pasará a las manos del primer ministro. Es suficiente tiempo para que Saakashvili, por su propia decisión o bajo la influencias de sus allegados, ceda a la tentación de corregir los resultados del sufragio de alguna otra manera.


*Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

La élite mundial busca un nuevo punto de apoyo

¿Quién se beneficiará del contencioso chino-japonés?

El 11-S ordenó el tablero y la ‘primavera árabe’ descolocó las fichas

La Unión Euroasiática debe librarse del 'fantasma' de la URSS

Los republicanos planean recuperar la supremacía de EEUU en el mundo

La experiencia de Europa como vacuna para Asia

El protagonismo «inmerecido» de Rusia en el destino de Occidente

La última jugada de Mijaíl Saakashvili para mantenerse en el poder

El mundo está cansado de los problemas de Ucrania

¿Quién se hará cargo de Asia Central?

Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала