Una guerra de la que apenas conocemos nada

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Estos días el mundo celebra un trágico aniversario: hace 20 años en Sarajevo empezó una guerra incomprensible y sin sentido en la que murieron más de 100.000 personas y cientos de miles tuvieron que abandonar sus casas.

Estos días el mundo celebra un trágico aniversario: hace 20 años en Sarajevo empezó una guerra incomprensible y sin sentido en la que murieron más de 100.000 personas y cientos de miles tuvieron que abandonar sus casas.

Tan solo medio siglo después de terminar la Segunda Guerra Mundial, en el centro de Europa otra vez mataban por motivos étnicos. Separaban hombres de mujeres, les llevaban a los campos de concentración y los quemaban vivos o los fusilaban en el campo. Es una tragedia de la que la humanidad debe sacar una conclusión muy importante: todo puede volver a ocurrir.

Los problemas en Bosnia empezaron mucho antes de 1992. Tras la muerte de Josip Broz Tito en 1980 y el derrumbe del bloque socialista a Yugoslavia no le quedaba ninguna posibilidad de sobrevivir. Era evidente que se desintegraría, se temía que hubiese sangre: cuando se desmoronan los imperios, siempre hay víctimas. Pero nadie era capaz de imaginar siquiera que a finales del siglo XX y justo en el centro de Europa sería posible una masacre monstruosa y duradera.

Pero fue posible. En medio de una crisis económica, las tensiones entre los pueblos del país crecieron desembocando en un serio conflicto entre las repúblicas y el centro. Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina y Macedonia intentaban independizarse mientras Serbia se oponía utilizando como principal argumento el hecho de que en el territorio de todas las respúblicas nacionales residía un gran número de serbios. En Macedonia había menos, por que consiguió obtener su soberanía sin demasiadas complicaciones. En Bosnia y Herzegovina había más que en otras, mala suerte.

La situación de Bosnia se complicaba debido a la distribución geográfica de las poblaciones serbias y bosnias, que estaban entremezcladas de tal manera que resultaba imposible partir el país en dos mitades. Un callejón sin salida: la mayoría de la población quiso independizarse de la ‘metrópolis’ y, en un principio, no tuvo ningún inconveniente a la hora hacerlo. A la vez, la minoría serbia quiso independizarse de la mayoría bosnia, pero no tenía ninguna posibilidad de hacerlo. Todos recordaban además la experiencia croata, donde un año antes había sucedido algo similar desembocando en una guerra civil.

Una ciudad normal y corriente

Sarajevo de principios de 1990 era una ciudad moderna con grandes tiendas, bancos, bares, universidades, bibliotecas y gasolineras. A partir de los mediados de 1980 allí empezaron a abrir sus oficinas las empresas multinacionales, en 1984 se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno en Sarajevo.

Allí vivía una gente normal y corriente que no se diferenciaban en nada de nosotros a principios de la década de los 1990: llevaban vaqueros, bebían cerveza y conducían los Ladas soviéticos. El cosmopolitismo de Sarajevo le valió el sobrenombre de ‘Jerusalén de los Balcanes’ ya que hace 20 años en ningún lugar de Europa los cristianos y los musulmanes tenían tanta historia en común ni convivían de manera tan compenetrada yendo a los mismos colegios y celebrando fiestas en los mismos bares.

Según el censo de 1991, en Sarajevo residían unas 500.000 personas. Uno de cada tres era serbio, y solo uno de cada diez era croata. Los demás, bosníacos. Al terminar la guerra la población de la ciudad no superaba los 300.000 habitantes: algunos murieron, otros huyeron para no volver.

Inicio de la guerra

Las negociaciones entre los políticos serbios y bosnios encallaron en 1991. El 29 de febrero de 1992 las autoridades bosnias convocaron un referéndum sobre la independencia de la república en el que participó la mayoría de la población, aunque fue boicoteado por los serbios de Bosnia.
Éstos se negaron a reconocer los resultados del plebiscito y anunciaron la constitución de su propio estado, la República Srpska.

En marzo estallaron combates entre serbios y bosníacos en las zonas fronterizas y empezaron purgas étnicas en los pueblos. El 5 de abril los bosníacos y los serbios de Sarajevo se unieron por última vez para prevenir la catástrofe venidera saliendo a la plaza central de la ciudad en una marcha de paz. Pero alquien abrió fuego contra los manifestantes causando varias muertes. Hasta ahora no se sabe a ciencia cierta quiénes dispararon contra la multitud.

Sarajevo en 1992

El 6 de abril la Unión Europea reconoció la soberanía de Bosnia y Herzegovina, los representantes de la administración serbia abandonaron Sarajevo y empezó el asedio de la ciudad por las tropas serbobosnias.

Duró casi cuatro años. Sarajevo quedó cercado por completo, en la ciudad no había luz ni agua y era difícil conseguir alimentos.

Los soldados serbobosnios instalados en los montes de los alrededores disparaban contra todo lo que se movía sin hacer diferencia entre mujeres, ancianos o niños. Las víctimas de estos ataques eran todos los habitantes de Sarajevo, independientemente de su nacionalidad, también los serbios que se habían quedado en la ciudad y muchos de los cuales la defendieron junto a los bosníacos.

Los crímenes que se cometían durante el asedio no se habían conocido siquiera durante el sitio de Leningrado: los soldados serbobosnios que tenían acceso a la ciudad a través de algunas zonas controladas irrumpían en casas en cualquier momento de día o de noche, fusilaban, violaban a las mujeres y se llevaban a los hombres a los campos de concentración.
 
Bajo el fuego

La ciudad entretanto intentaba sobrevivir. El ejército serbobosnio permitió el suministro de ayuda humanitaria a Sarajevo. La gente iba a trabajar, a comprar, enviaba a sus hijos a los colegios y celebraban sus fiestas. Todo ello lo hacían bajo un fuego constante de artillería y de los francotiradores.

Algunas calles y plazas de la ciudad eran un “coto de caza” predilecto para francotiradores y solo se podía transitar por ellas corriendo y habiendo calculado el tiempo que necesitaba el francotirador para recargar su arma.

El periodista y fotógrafo estadounidense Richard Rogers captó unas imágenes sobrecogedoras de aquel simulacro de vida en la ciudad cercada. En una de las fotografías se ve a una chica vestida con un traje y con un bolso debajo del brazo que corre a todo correr por la calle: así era como iba cada mañana hasta la oficina donde trabajaba.

Durante el asedio en Sarajevo, lleno de parques, casi no quedaron árboles, que fueron utilizados para hacer leña.

Una vez en la ciudad sitiada se celebró el concurso de belleza al que por casualidad asistió un periodista occidental. Gracias a él, las imágenes de aquel concurso dieron vuelta al mundo y el vocalista de U2, Bono, dedicó a él su famosísima canción ‘Miss Sarajevo’.

Algunos de los que abrían fuego contra los habitantes de Sarajevo eran naturales de la ciudad. La conocían como la palma de la mano y apuntaban con sus armas a los antiguos vecinos o amigos. Un joven serbio con la metralleta en las manos retratado por Rogers pidió al fotógrafo hacer llegar un paquete de tabaco a su amigo bosnio que vivía en la ciudad sitiada explicando que era un buen tipo pero igualmente tendría que responder por su pueblo.
 
Hay que recordar

El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia lleva varios años estudiando casos de crímenes de guerra en Bosnia y en este tiempo recibió miles de testimonios de los bosníacos, serbios y croatas. Un serbio cuenta que un familiar fue asesinado por intentar salvar a su familia bosnia sacándola de Sarajevo. Es famosa la historia de los Romeo y Julieta de Sarajevo, dos enamorados, serbio y bosníaca, asesinados por un francotirador al pasar por un puente mientras intentaban huir de la ciudad. Sus cuerpos permanecieron en el puente durante varios días ya que resultaba imposible retirarlos bajo el fuego.

Los testimonios llegan también de otras partes. Un hombre que había sobrevivido de milagro un fusilamiento reveló que el soldado que le disparó había sido su compañero de trabajo. Una muchacha explicó que su antiguo condiscípulo la había encerrado a ella y a medio centenar de personas más en una casa de pueblo, la incendió y disparaba contra los que intentaban escapar por la ventana.

Hace unos meses se estrenó la película dirigida por Angelina Jolie ‘En tierra de sangre y miel’ ambientada en la guerra de Bosnia. En la cinta no falta violencia, sangre e incendios. Pero también hay una escena del interrogatorio de un bosníaco por los serbios, sin torturas ni atrocidades, simplemente una tensa conversación. Le preguntan donde trabajaba antes de la guerra y responde que era empleado de un banco.

Es la verdad más cruel en toda la película y su mayor revelación. No cabe en la cabeza que todo aquello pudo haber pasado a un empleado del banco en una ciudad moderna.

La guerra civil nos suena a siglo pasado, nos parece que las limpiezas étnicas se quedaron atrás, que si algo semejante sucede en el mundo debe ser en algún lugar muy lejano, al que no había llegado la civilización. Esta civilización ilustrada que nos protege de los trágicos errores. No es así. Y la reciente guerra en Bosnia y Herzegovina lo pone de manifiesto y sirve de aviso para todo el mundo. Ojalá, lo llegáramos a oir.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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