El programa Asociación Oriental cuyo objetivo es propiciar el acercamiento de algunos países postsoviéticos a la Unión Europea contribuirá a exacerbar la rivalidad entre la UE y Rusia, escribe el politólogo Fiódor Lukiánov en un artículo publicado hoy en Gazeta.Ru.
La guerra de agosto pasado en el Cáucaso del Sur y la creciente falta de comprensión en lo concerniente a la seguridad energética transformaron la Asociación Oriental de un invento meramente burocrático en un notable factor de la política europea poniendo de manifiesto la competencia implícita en un espacio que tanto Rusia como la UE califican de vecindario próximo.
La necesidad de arrastrar a Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania en la zona de influencia de la UE, por razones energéticas básicamente, primó sobre los escrúpulos que defendían los partidarios de valores europeos. El caso de Minsk en este sentido es el más elocuente. Por un lado, la UE no tuvo ambages en presionar públicamente a Bielorrusia para prevenir el reconocimiento de Abjasia y Osetia del Sur (acción innecesaria, por cierto, pues el dirigente bielorruso no pensaba hacerlo); y, por otro, moderó drásticamente sus exigencias con respecto a Minsk. Numerosas reclamaciones en relación con el régimen de Alexandr Lukashenko resultaron ser irrelevantes de repente. Paralelamente, políticos de la UE intensificaron sus contactos con Turkmenstán aunque en el pasado se estremecían diciendo que la noción de derechos humanos no existe del todo en esta nación del Asia Central.
Tras aproximarse a las fronteras de Rusia, la UE entra en una zona histórica de rivalidad geopolítica donde le será imposible salvaguardar la antigua imagen de celosa defensora de principios sublimes. Más que un lujo, la vara de doble medir es una guía para la acción aquí.
La expansión hacia territorios adyacentes obliga a la de por sí sobrecargada Europa a involucrarse en problemas de Estados "intermedios" y provoca el creciente rechazo por parte de Moscú. En vez de buscar acuerdos radicales y definir los principios fundamentales de la cooperación con Rusia, tomando en cuenta la inquietud de los países situados entre dos socios gigantes, los europeos hacen justamente lo contrario: tratan de construir la unidad política a partir de la oposición con respecto a Moscú.
La aspiración de actuar como patrono de Estados vecinos en el territorio de la ex URSS contrasta en el caso de la UE con su debilidad en tanto que sujeto político. Europa ha de ser consciente de que todos los miembros de la Asociación Oriental, lo mismo que el espacio postsoviético en su conjunto, van a generar únicamente problemas económicos y políticos en los próximos años.
