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La crisis mundial fuerza a Moscú y Washington a moderar sus ambiciones. Gazeta.Ru

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El "reinicio" de las relaciones entre Rusia y EE.UU. tiene por fondo la recesión económica mundial, escribe en su edición de hoy el periódico ruso Gazeta.Ru.

Los problemas de estas dos naciones son difíciles de comparar, pero la recesión obliga a  ambas a moderar sus ambiciones y definir con suma precisión las prioridades de su política.

Rusia no constituye una prioridad para la Administración de EE.UU. La Casa Blanca muestra escaso interés por el país eurasiático como tal, pero sí le importa mucho (o, aunque sea, la falta de resistencia) que Moscú coopere en la solución de varios problemas de palpitante actualidad, tales como Irán, Afganistán, control de armamentos. Para poder contar con el apoyo de Rusia, es preciso mejorar la atmósfera general.

El progreso en este asunto es factible de alcanzar, por cuanto los dos principales factores irritantes, los planes de admitir a Georgia y Ucrania en la OTAN y el escudo antimisiles de EE.UU. en Europa del Este, no tienen tanta importancia para Obama como la tenía para Bush (sobre todo, durante la última fase de su mandato). Ahora, la nueva Administración tiene una magnífica oportunidad para engavetar ambos proyectos y regatear ciertas concesiones a Moscú.

La caída de los precios de los hidrocarburos también obliga a Rusia a reconsiderar sus pretensiones a desempeñar el papel de potencia mundial. Las prioridades de este país se van centrando en Europa y en Eurasia, mientras la mejora del clima político está llamada a captar más inversiones, tan necesarias para la economía.

Las negociaciones sobre armamentos nucleares es un área en el que es muy posible llegar a un acuerdo. Rusia y EE.UU. han atesorado una riquísima experiencia de dialogar, saben dialogar y les gusta hacerlo.

Para Moscú este tema reviste suma importancia, pues se trata de un ámbito en que las posiciones de ambos países son igualmente sólidas. Es importante en el aspecto psicológico, sobre todo después de que Bush lisa y llanamente renunciara a discutir esta problemática.

De todas formas, hay peligro de acariciar vanas esperanzas. Los intentos de alcanzarlo todo en plazos reducidos (el Tratado sobre reducción y limitación de armas ofensivas estratégicas, START-1, expira este año) podría tener un efecto contrario al deseado. Las discrepancias sobran.

Tal vez, sería racional ir avanzando poco a poco en vez de empeñarse en consensuar un régimen de paridad a largo plazo. Con tanta más razón que varios acuerdos pequeños pueden tener un efecto mucho más positivo en la atmósfera de las relaciones que un tratado grande.

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