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Moscú y Washington deben aprender a respetar sus intereses mutuamente. Kommersant

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Pese a una enconada retórica propagandística, tanto Rusia como EEUU parecen estar propensos a elaborar algo así como un sistema de coordenadas común. Lo dicho no significa el acercamiento de las posturas, pero infunde la esperanza de diálogo, de hecho suspendido estos últimos meses, escribe en su edición de hoy el prestigioso diario ruso Kommersant.

En el contexto de las recientes críticas virulentas de Rusia por parte de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, es muy sintomático el discurso pronunciado la víspera por el jefe del Pentágono, Robert Gates, en Gran Bretaña. El titular de Defensa también somete a acerbas críticas a Rusia, pero al propio tiempo formula postulados que desentonan notablemente de los personeros demasiado ideologizados de la Casa Blanca. Sin ir más lejos, la tesis de que "también los regímenes autoritarios tienen intereses legítimos en el área de seguridad" suena verdaderamente como revolucionaria para el equipo de George Bush que gastó dos mandatos presidenciales para demostrar lo contrario. Gates pide "ser cautelosos a la hora de asumir compromisos, pero estar dispuestos a cumplir los ya asumidos". Es un recuerdo para quienes que consideran como una supertarea ideológica la admisión de Ucrania y Georgia en la OTAN, darse el trabajo de analizar las eventuales consecuencias estratégicas.

Al hablar sobre Rusia, analistas norteamericanos serios prefieren utilizar el concepto "realismo", sometiendo a críticas tanto las ilusiones de la Administración Clinton que confiaba amoldar a Rusia a los requisitos occidentales como un evidente menosprecio por los intereses de Moscú, propio del gobierno de Bush. Ahora muchos prefieren prestar oído a lo que dice el Kremlin. Por ejemplo, el ex secretario de Estado, Colin Powell, afirma: "Rusia no es la URSS, mas no por eso ha dejado de tener sus intereses, y esos intereses han de ser tomados en consideración con toda la seriedad".

Moscú ya habla sin tapujos de sus intereses y anuncia las pretensiones a las zonas de "intereses privilegiados", tales avatares al otro lado del Atlántico al menos infunden optimismo. Pero el triunfo del realismo en la política estadounidense, si es que llega a hacerse realidad (no olvidemos del próximo cambio de la Administración en EE.UU.) no implica necesariamente un relajamiento de la tirantez.

En el mundo de la política real, según recordó con mucha certeza Vladimir Putin en la reciente cumbre de la OTAN (Bucarest, abril de 2008), lo que importa son los potenciales, y no las  intenciones. Los potenciales político, económico y militar de la Rusia, pese a haber crecido, son incomparables con los del debilitado EEUU. Y si el realismo significa medirse los potenciales, el resultado podría ser trágico.

Si mencionamos un concepto como "realismo", hemos de regirnos por esta clásica regla de la diplomacia: respetar los intereses de otros en la misma medida en que esto no contradiga los intereses nacionales propios. Da la impresión de que Washington ha olvidado esta regla últimamente. Es importante que Moscú no padezca de algo parecido en la nueva situación.

Fiódor Lukiánov, director de la revista Rosiya v globalnoi politike (Rusia en la política global).

 

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