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A Rusia le urge una apertura del sistema penitenciario. Vedomosti

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Los defensores de derechos humanos constatan que las protestas en las cárceles y las colonias penitenciarias de Rusia se van multiplicando, escribe en su editorial del miércoles el diario moscovita Vedomosti.

 

El caso más flagrante es el que tuvo lugar el pasado 31 de mayo en una prisión de la provincia de Cheliábinsk, donde los guardias golpearon hasta matar a cuatro internos. El jefe del Servicio Penitenciario de Rusia, Yuri Kalinin, justificó el uso de medios especiales contra reclusos al afirmar que tenían hierros afilados e intentaban armar un motín.

Al decir de este funcionario, 260 empleados del Servicio Penitenciario han muerto en acto de servicio a lo largo de los últimos cinco años. Los defensores de derechos humanos, entre ellos, el ‘ombudsman' ruso Vladímir Lukin, denuncian entretanto las torturas y las pésimas condiciones del mantenimiento y la alimentación en los establecimientos correccionales.

La población carcelaria de Rusia se calcula en 893.600 personas, según los datos correspondientes al 1 de mayo de 2008. El país ocupa el segundo lugar del mundo, después de EEUU, en cuanto al número de reclusos por cada cien mil habitantes. Siete de cada diez inquilinos en los centros de prisión preventiva (68%) se ven obligados a permanecer allí "por si acaso", mientras se lleva a cabo el sumario, pues se les declara inocentes en la sala del juicio. El pasado año, cinco mil rusos fueron sometidos a sanciones penales de forma inmotivada, y un año antes, la cifra había sido de seis mil, según la información de la Fiscalía General.

Esta estadística deprimente debiera empujar el sistema penitenciario hacia mayor apertura pero se mantiene el hermetismo de siempre, entre otras cosas, gracias a la Cámara baja del Parlamento federal que lleva cinco años reescribiendo la ley del control cívico sobre la observancia de los derechos humanos en centros de reclusión.

Al Servicio Penitenciario le conviene esta situación de eterna polémica con los defensores de derechos humanos. Hace tiempo que la cárcel en Rusia se ha convertido en un sinónimo de muerte social. La gente no hace mucha distinción entre delincuentes y carceleros: procura simplemente mantenerse a la mayor distancia posible del sistema en general. El escritor ruso Serguei Dovlátov observó en su día que "prácticamente cualquier recluso servía para el papel de guardia y prácticamente cualquier celador merecía estar en cárcel". Sin que el sistema se abra, será imposible enmendar esta situación.

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