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La Gran transición de Putin: Hacer mutis para quedarse. Vedomosti

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En Rusia se está consumando la Gran transición: por vez primera en su historia moderna, el mandatario activo abandona el puesto cuando su popularidad está en auge y cuando tiene todas las posibilidades para quedarse, escribe la socióloga Olga Kryshtanóvskaya, directora del Instituto ruso de Política Aplicada. También por primera vez, sube al poder un joven que por su origen y educación podría definirse como intelectual. Y el Gobierno, por primera vez, no estará presidido por "un primer ministro técnico" sino por un político fuerte e independiente, autor del actual modelo del Estado. ¿Qué consecuencias cabría esperar de estos cambios?

 

Plan B

 

El plan de la Gran transición incluye tres fases: 1) distanciarse un tanto del Kremlin; 2) traspasar el poder a una persona de confianza; y 3) volver al Kremlin. Cada una de estas etapas tiene sus puntos fuertes y débiles. Renunciar al poder y retirarse a título voluntario es un paso fuerte. Hacerlo sin perder influencia implica un riesgo. Hallar a un político tan leal que se abstenga de arrimar el ascua a su sardina y ceda en el momento necesario el máximo cargo es una tarea complicada, casi inviable.

El sistema político en vigor implicaba el dilema de encabezar el Gobierno o una de las dos Cámaras parlamentarias. Putin se ha decantado por el primer guión que, sin lugar a dudas, también es el más fuerte. Aparentemente, el jefe del Gabinete es una figura a priori secundaria en la situación actual: controla en realidad a la mitad de los ministros, aquellos que responden por el sector económico, mientras que los titulares de los cuerpos de seguridad se supeditan directamente al presidente.

¿Será que estos últimos vayan a permanecer bajo el control secreto de Putin? Es cierto que en Rusia hay un hueco entre el sistema político de facto y de jure pero la correlación real de las fuerzas tampoco puede quedar totalmente desvinculada de la base legislativa. Las cláusulas constitucionales indican claramente que el presidente de la nación encabeza el Consejo de seguridad, es Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, nombra a los máximos cargos militares, aprueba la doctrina militar e introduce, si es necesario, la ley marcial. Oficialmente, a Putin no le quedan las oportunidades para controlar las estructuras de seguridad, lo cual podría significar solamente una cosa: ésta es su opción deliberada y que obedece a cierto motivo. Tal vez, él se ha cansado de formar parte de una misma cadena con algunos colegas y amigos. Tal vez, ha llegado la hora de limpiar estas filas y resulta más cómodo hacerlo con las manos ajenas.

 

Los hombres de Medvédev

 

Entre los amigos de Dmitri Medvédev también hay representantes de algunos cuerpos de seguridad. Su compañero de aula universitaria, Nikolái Vinnichenko, fue nombrado jefe del Servicio Federal de Alguaciles a finales de 2004; y otro más, Konstantín Chuichenko, trabajó en un momento en las estructuras de la KGB. Con todo, Medvédev no tiene amigos en los principales organismos de seguridad: el FSB (antigua KGB), el SVR (Servicio de Inteligencia), el Interior y Defensa. Parece que el presidente entrante carece de llaves secretas para esta reserva pretoriana.

El equipo actual de Medvédev incluye dos partes: una pertenece también al entorno de Putin (Alexei Kudrin, Dmitri Kózak, Arkadi Dvorkóvich, Elvira Nabiúlina, etc.); y la otra, integrada por medio centenar de personas, es lo que podría definirse como su equipo personal. Más de la mitad son juristas licenciados. Las principales instituciones en que se siente su influencia son el Tribunal Supremo de Arbitraje y el Constitucional, el Servicio de Alguaciles, la Fiscalía General y el Ministerio de Justicia. Muchos trabajaron como profesores universitarios pero luego cambiaron de actividad y pasaron a diversos departamentos económicos dentro del Gobierno.

Los hombres de Medvédev ocupan a día de hoy posiciones bastante modestas dentro del engranaje del poder y se concentran básicamente en tres terrenos: el sistema judicial, el aparato del Gobierno y la Administración Presidencial, así como las grandes estructuras comerciales vinculadas al Estado, ante todo, Gazprom y las empresas afiliadas. Algunos trabajan activamente en el mundo de la empresa privada y se dedican al comercio de hidrocarburos (negocio tradicional para mandatarios rusos), la industria forestal y maderera y la promoción de proyectos inmobiliarios. Este último negocio guarda estrecha relación con los intereses públicos, en particular, la construcción de instalaciones olímpicas en Sochi. Siete de cada diez miembros de su equipo son nativos de San Petersburgo, lo cual permite suponer que la presencia de esta comunidad en los organismos del poder federales seguirá en aumento en los próximos cuatro años.

El nuevo equilibrio de las fuerzas

Tras tomar posesión del cargo, Dmitri Medvédev podrá controlar a la Administración Presidencial, las estructuras de seguridad gubernamentales, la cancillería, los tribunales y el Consejo de seguridad nacional.

Si Putin se hubiese limitado a asumir el puesto de primer ministro, su jurisdicción habría incluido únicamente al bloque económico dentro del Gobierno. El panorama cambió cuando Putin se transformó en líder del partido más numeroso del país, Rusia Unida, que tiene mayoría en ambas Cámaras parlamentarias. El jefe de esta formación política aspira, por tanto, a controlar el Consejo de la Federación (Cámara alta) y la Duma de Estado (Cámara baja), de las cuales depende la composición de la Contraloría. Además, Rusia Unida posee el 62,5% de los escaños en las asambleas legislativas de nivel regional.

Bajo jurisdicción conjunta de Medvédev y Putin quedarán los gobernadores, la Comisión Central Electoral, el Banco de Rusia y la Fiscalía General. Será prerrogativa del máximo dignatario proponer a los jefes de estas instituciones pero su confirmación dependerá del Parlamento controlado por el primer ministro.

En su condición de líder del partido gobernante, el primer ministro de Rusia se convierte en un personaje público. Es precisamente él quien deberá definir la política de cuadros en todo el país, tarea que conlleva la necesidad de reformatear al partido e introducir en su cúpula a varios políticos clave. Los órganos directivos de Rusia Unida serán el nuevo centro de la toma de decisiones y el Buró del Consejo Supremo de esta organización podrá reivindicar el protagonismo que tuvo en la Unión Soviética el Politburó del PCUS.

 

¿Una meritocracia?

 

Supongamos que los pretorianos pasarán a la sombra. También irá disminuyendo la influencia de aquellos políticos que se fraguaron dentro de la nomenclatura soviética y los cuales todavía representan más del 30% del número total. Es muy probable que Medvédev lleve consigo hacia el Kremlin a los intelectuales, los tecnócratas y los empresarios, y que el protagonismo de los intelectuales en el acontecer político nacional vaya en aumento.

Todo ello se parece al modelo definido en las ciencias sociales como meritocracia pero no lo es todavía. Una inyección puntual de mentes lúcidas no está mal pero tampoco es suficiente para cambiar el sistema de selección. Pasado algún tiempo, los intelectuales se van transformando en burócratas y empiezan a obedecer las leyes internas del aparato, no el mecanismo de la selección natural que es el único que permite descubrir a los mejores.

Para una meritocracia, lo importante no es tanto formar un grupo de personas inteligentes como cambiar el mero principio de la selección del personal. Ahí está la dificultad. 

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