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Trampa de gas para Europa. Nezavisimaya Gazeta

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La Unión Europea va a tropezar en los próximos años con nuevos cortes en el suministro del gas natural desde Rusia y otros países postsoviéticos. Ucrania y Bielorrusia proceden a requisar una parte del gas destinado a Europa cada vez que Rusia intenta cerrar la llave con la esperanza de cobrarles las deudas acumuladas, subir el precio con vistas a las futuras entregas y, de paso, solucionar otras tareas económicas y políticas.

 

La situación puede empeorar aún más hacia el año 2011, si Rusia cumple su amenaza y sube las tarifas del gas para Ucrania y Bielorrusia al nivel de los precios mundiales, o sea, en el 50% y en el 150%, respectivamente. Las nuevas guerras del gas en el marco de la CEI parecen inevitables. De momento, Rusia procura cortar el suministro por turnos - en 2004 y en 2007, a Bielorrusia, y en 2006 y 2008, a Ucrania - pero es probable que la transición a los precios de mercado la obligue a sincronizar estas acciones, lo cual reducirá el flujo del hidrocarburo a Europa en dos gasoductos a la vez.

Bielorrusia cedió a Gazprom la mitad de la empresa Beltransgaz para pagar el suministro del gas pero estos recursos van a agotarse para el año 2009, después de lo cual Rusia podría exigirle dinero o nuevos activos. Alexander Lukashenko se resiste al acceso de forasteros a las empresas y a los mercados más atractivos, así que el asunto difícilmente llegará a una fórmula de compromiso sin que haya primero otra guerra del gas con Rusia.

El transporte del gas a través de Ucrania se vuelve más arriesgado a la luz de la probable victoria de Yulia Timoshenko en las elecciones presidenciales de 2009. La popularidad de la actual primera ministra ucraniana ha subido notablemente en los últimos dos meses gracias a una serie de medidas populistas. Moscú reacciona a Timoshenko con mucho nerviosismo y no escatima esfuerzos por derrocarla. La propia Timoshenko y sus correligionarios no tienen miedo de exacerbar el conflicto del gas con Rusia ni se cansan de reprocharle a esta última el deseo de perpetuar los esquemas grises en materia del suministro de energía a Ucrania.

Rusia procura construir dos gasoductos nuevos al margen de Bielorrusia y Ucrania - North Stream, en el fondo del Mar Báltico, y South Stream, a través del Mar Negro y los Balcanes - pero ambas tuberías se harán operativas en 2011-2013 y su capacidad englobada será ligeramente superior a 90 mil millones de metros cúbicos al año, mientras que el volumen del gas exportado a Europa se aproxima a 150 mil millones de metros cúbico y Moscú quiere incrementarlo para tener una cuota del 25% en el mercado europeo.

Tampoco podemos pasar por alto la impredecible política de exportaciones aplicada por Turkmenistán sin cuyo gas es inimaginable ahora la balanza de Gazprom. En diciembre pasado, esta nación centroasiática cesó el suministro del gas a Irán y redujo las cantidades enviadas a Rusia y Ucrania. En 2009, Turkmenistán quiere construir un gasoducto alternativo al de Gazprom para poder exportar anualmente 30 mil millones de metros cúbicos a China. La apertura de esta tubería podría, en principio, provocar cortes en el suministro del producto a Gazprom. Lo máximo que puede hacer ahora este monopolio gasífero es incrementar la producción propia a una tasa anual del 1-2% sin que los principales departamentos implicados hayan consensuado hasta la fecha los planes de producción para los próximos 15-20 años. Es otro motivo para que los europeos se sientan preocupados, junto con la circunstancia de que el consumo del gas en Rusia y otros países de la CEI tiende a aumentar. Lo único que le queda a Europa es esperar a que la parte rusa desarrolle nuevos yacimientos importantes tipo Stockman, que debe ponerse en marcha dentro de 5 ó 7 años por lo menos, o buscar proveedores alternativos fuera de la CEI.

El margen de maniobra para esto último no es muy amplio. Las reservas del gas en Noruega van tocando fondo. Argelia tampoco tiene posibilidades ilimitadas para incrementar el suministro. Quedan las naciones árabes del Golfo Pérsico mas, para importar cantidades mayores, será necesario construir allí plantas licuadoras del gas y terminales portuarias. También está Irán que ocupa el segundo lugar del mundo en cuanto a las reservas del gas, después de Rusia, y cuyos yacimientos están prácticamente sin explotar. Para ponerlos en servicio, los europeos no sólo se verán obligados a construir las infraestructuras necesarias sino que también tendrán que hacer las paces con el régimen iraní.

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