A principios de los años 90, EEUU realmente creyó que Rusia se enfrascaría en las reformas internas, renunciando a las ambiciones geopolíticas. Los políticos rusos de ánimos prooccidentales proclamaban esto como su objetivo. Pero pensaban que de coronarse de éxito las reformas, Rusia pasaría a ser miembro de pleno derecho de la civilización occidental. Pero estas ilusiones no llegaron a cuajarse en la realidad.
Washington procuraba que Rusia no pasara a apoyar a "los malos" y mantuviera neutralidad. Moscú, por su parte, se dio a la tarea de restablecer su influencia en las ex repúblicas soviéticas y en otras áreas del mundo y no quería que EEUU le pusiera estorbos. ¿Cómo arreglar estas contradicciones?
El discurso pronunciado por Putin en la Conferencia sobre Seguridad en Munich fue un intento de hablar francamente, de evitar los extremos: no silenciar las contradicciones, pero sin entrar en una confrontación directa. A rasgos generales, en 2007 se logró alcanzar esta meta. Pero tanto en Rusia como en EEUU crece el número de partidarios de acciones enérgicas. En EEUU muchos se muestran irritados con la política independiente aplicada por Rusia y proponen contenerla.
De un lado, Rusia es más débil y menos extensa que la URSS. Enfocando el problema desde una óptica meramente militar, la situación de EEUU ahora es mucho más ventajosa frente a Rusia que lo era frente a la URSS. Esto induce a pensar que Moscú inevitablemente perdería una segunda edición de la Guerra Fría. De otro lado, EEUU, agobiado por el lastre de dos guerras (Iraq y Afganistán), de la amenaza terrorista, del conflicto en Oriente Próximo y del auge de los avatares revolucionarios en América Latina, no puede fiarse de sus viejos aliados europeos. Aun más complica la situación un país como China. Debilitando a Rusia, EEUU le ofrecería mayores posibilidades a Pekín. O sea, todo es muy enredado.
En EEUU son muchos quienes subestiman a Rusia. En Rusia, en cambio, muchos sobreestiman sus propias potencialidades. Es una desfase que entraña serio peligro. Ahora las pretensiones e irritaciones recíprocas desembocan fundamentalmente en la retórica antirrusa y antinorteamericana dentro de los respectivos países. Pero la retórica genera determinados hálitos que demandan acciones. Pero aun cuando todos moderen las emociones, y se logre obviar los riesgos electorales en 2008, el desarrollo sucesivo de las relaciones bilaterales queda absolutamente impreciso. Las partes están prácticamente preparadas para la confrontación.
Iván Safranchuk, director de la oficina rusa del Instituto de Seguridad Mundial
