La intervención de Vladímir Putin ante 5.000 partidarios suyos, mayoritariamente jóvenes, que se congregaron el miércoles en el moscovita estadio Luzhniki, tiene por objetivo legitimar la persecución de los adversarios enemigos políticos, escribe el jueves el diario Vedomosti.
Fue la segunda vez que el mandatario ruso intentó argumentar su decisión de presentarse a las próximas elecciones parlamentarias como cabeza de lista de Rusia Unida. En el discurso anterior, que el presidente pronunció en Krasnoiarsk el 13 de noviembre, dijo que la victoria del partido oficialista es lo único que le permite controlar la ejecución de las resoluciones tomadas durante su mandato. El miércoles, Putin prefirió darle una vuelta al asunto.
No se limitó a pedir el voto a favor de Rusia Unida, para que la nueva Duma de Estado no degenere "en una algazara de populistas, paralizada por la corrupción y la demagogia", sino que arremetió contra los rivales de su partido diciendo que aspiran a "tomar una revancha... y restaurar un régimen oligárquico basado en la corrupción y la mentira". "Necesitan un Estado débil y enfermizo, una sociedad desorganizada, despistada y dividida, para dedicarse a los embrollos propios en la sombra", afirmó.
Como era de esperar, el discurso fue interrumpido más de una vez por aplausos, silbidos de aprobación y exclamaciones tipo "¡No les dejaremos!".
Para el populismo es típica una apelación directa del caudillo a las masas, por encima de las instituciones políticas. La aprobación por parte del pueblo no necesariamente se consigue en las urnas. Ya se encargará la televisión de retransmitir a todo el país el vitoreo con que fueron acogidas las palabras de Putin, así que las próximas encuestas van a reflejar con gran dosis de probabilidad el creciente nivel de confianza hacia el mandatario.
El discurso del miércoles tiene por objetivo legitimar la persecución del "enemigo". Y no importa para el caso que el "enemigo" sea débil ni que tenga oportunidades casi nulas en las elecciones del 2 de diciembre: la imagen del enemigo nunca se corresponde con la realidad porque su verdadera función es movilizar a los partidarios. Aun así, cuando uno recibe la "autorización popular" para perseguir al enemigo, puede sentirse tentado un día a aprovecharla.
