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Rusia Unida es la versión moderna del PCUS. Vedomosti / Gazeta

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La competencia política en la Rusia de hoy, además de que no existe, parece innecesaria, según la opinión generalizada de funcionarios y ciudadanos de la calle. Al nivel de la gente llana, ello se manifiesta en una confianza ilimitada hacia Vladímir Putin y en una actitud de recelo total hacia diversos partidos. El 63% de la población rusa desconfía de partidos políticos, según demuestra una encuesta realizada por FOM los días 13 y 14 de octubre. El mismo sondeo testimonia que el actual mandatario ruso inspira confianza plena o parcial al 68% y al 22% de los entrevistados, respectivamente. Sólo el 7% de los rusos desconfía de Putin. La encuesta ha arrojado un detalle curioso: el grado de apoyo a Rusia Unida es del 19% pero un 44% de la población votaría por este partido oficialista, si las elecciones fueran celebradas este domingo.

 

La presencia de Putin al frente de la lista electoral de Rusia Unida aportó a esta organización 13 puntos adicionales en cuestión de nueve días, según se desprende de otra encuesta que el Centro Levada llevó a cabo entre el 5 y el 10 de octubre.

La percepción generalizada es que Rusia Unida es un partido que Putin, su favorito, impone desde arriba y el cual merece apoyo en las urnas porque así será más fácil para el presidente gobernar el país. De acuerdo con la encuesta del Centro Levada, el 40% de los ciudadanos ve en Rusia Unida una fuerza política autónoma, mientras que el 38% cree que es una herramienta en las manos de Putin y la gente de su entorno. El 22% de los rusos siente dificultades a la hora de responder a esta pregunta.

Lo anterior explica la creatividad con que Vladímir Surkov y otros ideólogos de la actual Administración generan proyectos para el desarrollo del peculiar modelo de la democracia rusa. Una serie de reformas formales e informales aporta, primero, un Parlamento controlado por partidos políticos; y después, probablemente, una asamblea bipartidista que, con la victoria esperada de Rusia Unida, tardaría muy poco en pasar a las manos de un partido único. El posicionamiento de Rusia Unida como versión moderna del PCUS (Nota: el otrora omnipotente Partido Comunista de la Unión Soviética) puede transformar al KPRF, la organización actual de los comunistas, en un partido marginal.

Lo interesante es que Rusia Unida carece de poder real. Su misión en la Duma de Estado (Cámara baja del Parlamento) se limitaba a la aprobación de las resoluciones propuestas por el presidente y el Gobierno nombrado por aquél. Es verdad que Putin aceptó encabezar la lista del partido pero ello no significa que le haya traspasado el poder. Tampoco significa que alguna fuerza de oposición pueda alentar la esperanza de criar en sus filas a un contrincante para Vladímir Putin.

Otro periódico ruso, Gazeta, constata la aparición en el escenario público de una fila de "tecnócratas" y "cardenales grises" que respondían básicamente por el control sobre flujos financieros pero no quieren ya permanecer en la sombra. Entre otros, el diario menciona al primer ministro Víctor Zubkov, al director de Rosoboronexport Serguei Chémezov y al jefe del flamante Comité Antidrogas Víctor Cherkésov.

"Estos personajes tienen una visión propia acerca del cómo organizar la vida en Rusia y qué clase de política conviene aplicar. Empiezan a manifestar activamente no sólo sus ambiciones en lo concerniente a la política de Estado sino también las ideas y el estilo que en cierta medida suponen un desafío al sistema del gobierno configurado durante la era de Putin", señala el periódico.

La historia reciente de  Rusia conoce ya algunos casos de conservadores emergiendo desde la sombra del primer ejecutivo, como ocurrió por ejemplo con los miembros del GKChP, el comité que en agosto de 1991 organizó un golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov, o con los pretorianos del entorno de Yeltsin que intentaron imponer al presidente su propio guión de la evolución política, incluida la eventual desconvocatoria de las elecciones presidenciales de 1996.

Putin todavía controla las cosas en grado considerable y su posición ahora es mucho más fuerte que la de Gorbachov en 1991 o la de Yeltsin en 1996, escribe Gazeta. Sin embargo, se verá obligado en el futuro a considerar en mayor medida las demandas de algunos conservadores que forman parte de su entorno. Las "recetas" que ellos sugieren ya son obvias: gastar el excedente de petrodólares en el apoyo a las empresas (seguramente, amistosas); reforzar los mecanismos de regulación en el ámbito económico; y poner al país entero bajo el control de los cuerpos de seguridad.

Esta gente ya no quiere permanecer callada y Putin no puede ya impedir que se asomen. La evolución del sistema del gobierno que él mismo ha construido infunde una preocupación seria por el futuro de Rusia.

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