El viaje de Vladímir Putin a Teherán, a la segunda cumbre de los países ribereños del Caspio, no encuadra en la categoría de visitas oficiales con el objetivo de impulsar las relaciones ruso-iraníes pero el Kremlin se ha visto sometido nuevamente a críticas severas por parte de Occidente que exige a Moscú frenar cualquier cooperación con Irán en materia nuclear, constata Vladímir Yevséiev, colaborador del Instituto ruso de economía mundial y relaciones internacionales.
En realidad, se trata de una cumbre que se centra en torno al status legal del Mar Caspio, asunto de importancia enorme para Rusia. El problema surgió a raíz de la desintegración de la URSS cuyos tratados con Irán, firmados en 1921 y en 1940, permitían interpretar el Caspio como un mar interno. La emergencia de nuevos países independientes - Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán - y el descubrimiento de grandes reservas de hidrocarburos en la plataforma marítima plantearon la necesidad de acordar un nuevo status sobre la base del consenso entre los cinco Estados ribereños.
La escalada de tensión en torno al programa nuclear iraní lleva a pensar que la ulterior evolución de los acontecimientos se atendrá, probablemente, al guión siguiente. Azerbaiyán mantendrá cooperación estratégica con Washington e intentará impedir, con un apoyo activo por parte de Moscú, que su territorio sea usado por EEUU contra Irán. Con todo, la ambigua postura de Bakú excluye la posibilidad de que Teherán haga concesiones en lo relativo al Caspio, de modo que el tema del status podría aplazarse indefinidamente, y todas las partes implicadas, a excepción de Irán, seguirán produciendo hidrocarburos desde la plataforma. Es probable que algunos sectores del Caspio den origen a conflictos sueltos entre Azerbaiyán, Irán y Turkmenistán pero no serán catastróficos.
Obviamente, Moscú quisiera preservar el control sobre el transporte de recursos energéticos pero la construcción del oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan acabó con su monopolio en este terreno. La influencia de Occidente en la región del Caspio va aumentando en grado notable y se manifiesta, en particular, en los planes de construir tuberías en el fondo del mar e introducir la custodia armada de las infraestructuras petroleras.
En estas condiciones, Moscú y Teherán podrían lograr un acercamiento objetivo de sus posturas en relación con el status del Caspio. Es, probablemente, uno de los pocos asuntos en que ambas partes son capaces de coordinar los esfuerzos. La participación de Putin en la cumbre de Teherán, por tanto, responde a los intereses de Rusia y no puede interpretarse únicamente como expresión de política exterior autónoma con respecto a Occidente.
