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Saakashvili desprestigió la idea de las "revoluciones de color". Kommersant

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Por culpa de las autoridades, Georgia se ha visto sumida hoy en una fuerte oleada de ánimos antirrusos. El Gobierno y la oposición compiten a cuál mejor se desmarca de las sospechosas relaciones con el Kremlin pegando la misma etiqueta al adversario, de modo que cualquier crítica contra el régimen se interpreta enseguida como un intento de hacer el juego al "agresivo vecino del Norte". También es verdad que algunas acciones y declaraciones por parte de Moscú han ayudado en ello a Tbilisi. Al parecer, el presidente Mijaíl Saakashvili podría sentirse vencedor en esta situación pero tal victoria saldrá cara a Georgia.

 

Saakashvili subió al poder gracias a la "revolución de las rosas", en noviembre de 2003. En aquellas fechas, su imagen dentro de Georgia y en Occidente era la de un joven demócrata llegado para sustituir al viejo régimen burocrático y corrupto. Muchas cosas cambiaron desde entonces. Del equipo presidencial se fueron varias figuras clave, aquellas que habrían podido hacerle competencia al jefe de Estado. El primer ministro Zurab Zhvania, a quien consideraban el cerebro de aquella revolución, murió en circunstancias enigmáticas. Salomé Zurabishvili, la titular de Exteriores que tenía vínculos excelentes con Occidente, dimitió en medio de un escándalo. También fue despedido de prisa el ministro de Defensa Irakli Okruashvili, el personaje más carismático del Gobierno georgiano.

Puede que Saakashvili haya logrado reforzar su poder pero no ha conseguido acercar la solución del problema número uno que es la unidad de Georgia. Aún peor: ha desprestigiado en gran medida la "revolución de las rosas" y, de forma involuntaria, proporcionado un argumento demoledor a cuantos acogen con un recelo poco disimulado las "revoluciones de color": "¡Miren quien las hace!".

Con todo, Moscú tampoco debería frotarse las manos ahora. Le tocará pagar un precio considerable a raíz de lo que está pasando en Georgia: aún falta mucho tiempo para que suba al poder en Tbilisi un político simpatizante con Rusia.

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