El pasado mes de septiembre, Rusia exportó 2,4 millones de toneladas de cereales, incluidas 300.000 toneladas de cebada. Es una cifra récord que supera el anterior máximo histórico, de 2,1 millones de toneladas, registrado en noviembre de 2002.
Dmitri Rylko, del Instituto de coyuntura agraria, atribuye este resultado a tres factores básicos: amplia demanda de cereales rusos en el mercado internacional, actual ausencia de Ucrania en este mercado y posibilidad de aprovechar la infraestructura ucraniana para exportación. "También ha influido hasta cierto grado el nerviosismo a la luz del plan gubernamental de limitar la exportación de granos", admite el experto. Las previsiones relativas a la cosecha de este año se han revisado al alza, hasta 79 millones de toneladas, así que el incremento de las ventas al exterior no implica una amenaza para la balanza interna, señala él.
Serguei Shajovéts, analista de la Unión Cerealista de Rusia, opina que no tiene sentido introducir restricciones algunas ni practicar intervenciones en el mercado antes de enero. Primero, conviene esperar a que termine la recogida; y, segundo, los exportadores nunca podrán sacar del país un volumen crítico por escasez de vagones, terminales portuarias y otras infraestructuras.
En caso de que el futuro arancel se fije al nivel del 10%, surtirá poco efecto en los precios del mercado interno. Si asciende al 40%, o sea, a un nivel prohibitivo, van a caer, supone Shajovéts.
De todas formas, el anunciado arancel sobre la exportación de la cebada (de un 30% del valor declarado pero no inferior a 70 euros por tonelada) contribuyó a frenar los precios a un nivel de 5.100-5.600 rublos por tonelada, a pesar de que habían subido un 40%, de 4.100 a 6.000 rublos, en el período de enero a julio.
