En los círculos políticos de Londres se está debatiendo activamente la actual crisis de las relaciones ruso-británicas. Se contempla que el nuevo inquilino del Foreign Office, David Miliband, dará a conocer la semana que viene, durante una intervención ante el Parlamento, la respuesta británica a Moscú, que rechazó la extradición del empresario Andrei Lugovói, presunto asesino del ex agente de seguridad Alexandr Litvinenko, envenenado con polonio 210 en noviembre de 2006.
La mayoría de los observadores coincide en que Londres se decantará por sanciones, incluida la eventual deportación de varios diplomáticos rusos. Rusia, en este caso, podría "responder de manera simétrica", opina Leonid Slutski, subjefe del comité de asuntos internacionales en la Duma de Estado, o Cámara baja del Parlamento ruso.
Sin embargo, la opinión generalizada es que Rusia no se verá afectada por las posibles sanciones, y que éstas tendrán un carácter simbólico.
"Pienso que en Moscú subestiman la preocupación del Gobierno británico por el caso Litvinenko", afirmó Yuri Fiódorov, colaborador del Instituto Real de Relaciones Internacionales Chatham House. "Londres interpreta su muerte como un suceso que pone en peligro la seguridad nacional, no como un delito penal o crimen político siquiera. Así cree la opinión pública y el Gabinete no puede ignorarla", señaló el experto.
"Creo que el actual Gobierno británico podría asumir un fuerte deterioro de las relaciones con Rusia", dijo Robert Sakwa, catedrático de la Universidad de Kent. "Es algo que encuadra perfectamente en el estilo de la actuación que Londres tuvo en el pasado, al promover los bombardeos en Yugoslavia o al hacer la vista gorda ante la agresión israelí contra Líbano. Últimamente, en el Gobierno británico se van poniendo de manifiesto los ánimos antikremlinianos. También creo que la presión a Moscú en relación con el caso Litvinenko se corresponde completamente con la postura que mantiene respecto a Rusia la Administración estadounidense", declaró el profesor.
