La nueva visita de Hugo Chávez a Rusia y su encuentro con Vladímir Putin preceden al viaje del presidente ruso a EEUU, donde mantendrá una entrevista con George W. Bush. Semejante orden cronológico permite destacar un aspecto muy importante, el de la imagen, en la cooperación de Rusia con los llamados países gamberros.
En comparación con los líderes autoritarios de Venezuela, Corea del Norte, Siria, Cuba y algunos otros, Putin parece un demócrata de pura laya. Su retórica antiamericana, por ejemplo, el discurso en la Conferencia de Múnich, parece una manifestación del pragmatismo y la autonomía política frente al antiamericanismo chavista.
El triunfo del capitalismo de Estado en Rusia no es nada en comparación con el rumbo al socialismo proclamado en Venezuela, donde la regulación de los precios ha provocado ya la escasez en el mercado alimentario con la subsiguiente adopción de una Ley que permite al Gobierno tomar el control de los establecimientos privados en el sector.
La estadounidense ExxonMobil puede apreciar la diferencia entre Rusia y Venezuela. El otro día se supo que esta petrolera, al igual que ConocoPhillips, deja de trabajar en el mercado venezolano porque no acepta el traspaso de una participación mínima del 60% a la corporación pública PDVSA.
Es verdad que también se vislumbra un conflicto entre ExxonMobil y la rusa Gazprom en torno al proyecto Sakhalin-1. La compañía estadounidense ha acordado ya la venta del hidrocarburo a China pero el monopolio gasífero ruso aprovecha los recursos administrativos para comprar la totalidad del gas procedente de Sakhalin-1. Las perspectivas para Exxon son más alentadoras que en el caso de Shell y TNK-BP, las cuales tuvieron que aceptar la entrada de Gazprom en los proyectos de Sakhalin-2 y Kovykta. Entre las participantes de Sakhalin-1 figura también la petrolera pública Rosneft y el reciente peritaje medioambiental del proyecto no ha revelado infracciones graves.
La visita de Chávez ofrece a Putin la oportunidad de hacer un ajuste fino de su imagen en vísperas de la reunión con Bush. Por un lado, el Kremlin volverá a demostrar la autonomía de su política exterior, para que EEUU no se relaje demasiado; por otro, está intentando ya cierto distanciamiento con respecto al ferviente revolucionario venezolano. La Cámara baja del Parlamento ruso ha rechazado por mayoría de los votos la intervención de Chávez en la sesión plenaria, para no molestar a EEUU.
