En lugar de un Estado palestino único, que la ONU intentó crear hace 60 años, pueden surgir dos formaciones autónomas: una, controlada por FATAH, y la otra, por HAMAS, lo cual significaría, en primer término, la existencia de una autoridad islamista en Gaza, opina el historiador ruso Gueorgui Mirski, del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales.
Otra consecuencia, aún más importante, de tal escisión es que Israel tendrá un pretexto especioso para renunciar del todo a las negociaciones de paz. Poco sentido tendría mantenerlas, si el poder de Mahmud Abbas se limitara a Cisjordania, mientras que Gaza quedase en manos diferentes. Tel Aviv, sin duda alguna, saldría ganando, si los acontecimientos evolucionan en esta dirección.
La victoria definitiva de HAMAS en Gaza se traduciría en un drástico aumento de la influencia de Irán que presta asistencia a Hezbolá en Líbano, a HAMAS y a cuantos asumen una actitud intransigente ante EEUU e Israel. Tampoco se quedaría al margen el Gobierno de Siria.
Dentro de la sociedad israelí se verían reforzados los sectores que rechazan, por inútiles, las concesiones territoriales y se oponen a la idea de liquidar en Cisjordania los asentamientos de colonos judíos para volver a las fronteras previas a la guerra de 1967. De este modo, la división de Palestina daría al traste con la Hoja de Ruta, las resoluciones de la ONU y el plan del monarca saudí que contemplan la retirada de Israel desde los territorios ocupados.
El efecto de la escisión sería marcadamente negativo y la posibilidad de relanzar el proceso de negociaciones para la paz y el arreglo en Oriente Próximo quedaría reducida a cero, por lo menos, en un futuro previsible.
