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Rusia no debe complacerse demasiado por su creciente prestigio en el Tercer Mundo. Nezavisimaya Gaceta

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Buena parte de los estadistas mundiales aplauden el tono drástico de Vladímir Putin en el diálogo con Occidente y admiten la importancia de que Rusia se vaya afianzando como una de las cimas del nuevo mundo multipolar, reconocen a título confidencial los diplomáticos de muchos países en desarrollo.

 

Resulta curioso pero la intervención del dirigente ruso en la conferencia de Munich no tuvo elementos novedosos en cuanto al contenido. Putin no hizo más que reiterar la postura de Moscú hacia un amplio repertorio de temas, empezando con la expansión de la OTAN y la no proliferación de las armas nucleares y terminando con la exportación de las llamadas revoluciones de color. Ahora bien,  lo hizo en un tono inauditamente drástico y sin ampararse en las salvedades habituales. Las naciones fuera de Occidente parecen haber esperado de Rusia justamente un tono así, de potencia segura de sí misma y autónoma frente a Estados Unidos.

Semejante  nostalgia del mundo bipolar es un fenómeno psicológico que se explica por varias razones. En particular, por el deseo de asegurarse un margen de maniobra y sacar beneficios propios del juego de las superpotencias; o la posibilidad de mantener - al menos, de vez en cuando - una postura acorde a las convicciones propias; pero, esencialmente, por la insatisfacción con el carácter injusto de la política exterior estadounidense.

Los métodos que son usados en la guerra antiterrorista, los falsos pretextos que se esgrimen para justificar la invasión en Irak, y la presiones agresivas para zanjar una que otra resolución conveniente en la ONU, todo ello ha contribuido a que los países en desarrollo se sientan amenazados en su soberanía y desprotegidos antes sanciones arbitrarias e infundadas.

A los dirigentes de Rusia debe de complacerles  esa popularidad creciente en países remotos. Expresar los pensamientos y las expectativas de millones de personas en la disputa con Estados Unidos es una misión responsable y de gran honor pero tampoco conviene olvidar los límites reales de lo posible. Rusia no tiene actualmente el potencial ni la ideología de la antigua Unión Soviética. Ha estado arrodillada y recién empieza a levantarse.

El conflicto con el centro del poder mundial - algo que echan de menos tantos países - sería un objetivo poco razonable en el caso de Rusia, aquejada como está por un gran número de problemas graves como la pobreza, la mala vivienda o la desigualdad en el acceso a los beneficios de la medicina, la educación  y el entretenimiento. Rusia necesita gastar ingentes recursos dentro del país, y la tarea de sus líderes es mantenerse en un punto en que  el orgullo por la creciente popularidad y hasta liderazgo en materia internacional no implica todavía fuertes gastos materiales.

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