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Ecología es usada como arma de política internacional. Novye Izvestia

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La protección medioambiental para los europeos ya es un arma fiable para usar en las pugnas políticas internas. La manifestación más elocuente de esta tendencia es el bullicio de pasiones en torno a la construcción del Gasoducto del Norte de Europa, tubería tendida de Rusia a Alemania en el fondo del Mar Báltico.

 

Polonia, Suecia y las tres naciones del Báltico - Estonia, Letonia y Lituania - han formado un frente único para combatir el proyecto ruso-alemán con argumentos ecologistas. Se habla de numerosas minas y armas químicas dejadas en el Mar Báltico por dos guerras mundiales, o substancias nocivas en el sedimento de fondo que podrían salir a la superficie, una vez iniciada la construcción. En realidad, son argumentos que encubren intereses económicos y políticos.

La verdadera importancia del problema para estos países defensores del medio ambiente  queda reflejada en su actitud hacia otros proyectos energéticos en el Báltico, que no son menos peligrosos. A finales de 2006, Estonia y Finlandia pusieron en servicio "Estlink", un cable de alto voltaje tendido en el fondo del Mar Báltico, de Tallin a Helsinki, en la zona de la mayor concentración de las minas instaladas durante dos guerra mundiales. El proyecto fue acogido positivamente en Polonia, Suecia y las tres naciones del Báltico, porque estas últimas "dependerán en menor grado de Rusia en materia energética".

Los suecos van debatiendo en un tono tranquilo y constructivo los "pro" y los "contra" de un gasoducto que podría conectar a Noruega con la costa occidental de Suecia. La tubería debe construirse en el Estrecho de Skagerrak, cerca de Lysekil, donde permanecen hundidas las municiones químicas pero nadie saca al tapete los aspectos ecologistas del proyecto.

Polonia también espera aprovecharse del gasoducto entre Noruega y Suecia y construir un ramal hacia Gdansk, a pesar de que hay dos sectores peligrosos: cerca de la isla danesa de Bornholm, zona en que fueron hundidas las armas químicas, y el polígono naval cerca de Gdansk, usado por Alemania, primero, y la Unión Soviética, más tarde. Es un lugar lleno de bombas, torpedos y proyectiles sin explotar. Incluso si no se construye este ramal, Polonia hace ya una aportación doble a la destrucción del medio ambiente en el Báltico. La empresa Petrobaltic se dedica actualmente a la producción petrolera a gran escala en la plataforma polaca del Báltico. Aún más peligrosas para el Mar Báltico son las substancias que contienen nitrógeno y fósforo, y es precisamente Polonia la que genera el 60% del volumen total de estos vertidos tóxicos. Pero nadie protesta en la región: todo el mundo prefiere clavar la mirada en el gasoducto ruso-alemán.

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