El Kremlin tuvo que hacer determinadas concesiones al presidente de Kazajstán, Nursultán Nazarbáev, para que desistiera de los planes de conducir los hidrocarburos centroasiáticos a Europa al soslayo de Rusia. Nazarbáev aceptó el precio que ofertó Rusia y decidió acompañar al presidente ruso en su viaje a Ashjabad para convencer entre los dos al líder de Turkmenistán, Gurbanguli Berdimuhammédov, a cooperar en el proyecto de exportación del gas turkmeno a través del territorio ruso.
Según las fuentes no oficiales, el sucesor de Saparmurat Niyázov se muestra dispuesto a llegar a una fórmula de compromiso, si Rusia accede a cotizar a un precio digno el gas turkmeno y permite controlar, si bien en parte, el tránsito del agente energético a través del territorio ruso.
De llegar a un acuerdo los tres países, la UE quedaría desbancada del negocio gasístico. La única alternativa a las tuberías operativas rusas sería el "Flujo Azul 2" y el gasoducto de Europa del Norte en fase de construcción, los dos proyectos que controla Gazprom. Por eso le corresponderá a Rusia y no a la Unión Europea determinar los precios del gas.
Vasili Duma, miembro de la comisión senatorial de monopolios naturales, opina que los turkmenos podrían dar preferencia a las tuberías rusas por controlar el Estado en este país todos los yacimientos de hidrocarburos. El caso de Kazajstán es distinto, pues son las compañías norteamericanas y británicas las que desarrollan los yacimientos kazajos de petróleo y gas sin la participación de Rusia.
A juicio de Anatoli Dmitrievski, director del Instituto de Petróleo y Gas de la Academia de Ciencias de Rusia, podrían resultar muy prometedores los proyectos de explotación conjunta con participación de Rusia y las repúblicas de Asia Central de los yacimientos de hidrocarburos que destacan por su riqueza (8% de las reservas prospectadas de gas mundiales).