Rusia encara nuevos retos globales. El período de coyuntura favorable en los mercados petroleros llegará a su fin y el ingreso en la OMC conferirían impulso a la integración de Rusia a la economía mundial. Ante esta situación, la capacidad competitiva de las compañías rusas se desvelaría como el factor decisivo.
Además de las posibilidades financieras, en el mercado mundial se aprecian los factores como el índice de confianza y la imagen pública. El sondeo realizado por Trust Barometer arroja que sólo el 18% de los ejecutivos en los países industrializados confía en los empresarios rusos, el peor indicador. Según los cálculos de los analistas de la revista "Sliyanie y poglozhenie" (Fusión y absorción) en 2006 y en enero de 2007 fracasaron 13 transacciones extranjeras de las compañías rusas por un importe de 50.200 millones de dólares.
Lo que teme Occidente no es la expansión de las compañías rusas sino que las singularidades nacionales de hacer negocios. El diálogo con los socios y la homologación en la medida de lo posible de las reglas del juego con los inversores eventuales siempre reporta beneficios económicos.
En el diálogo importa asimismo el aspecto comercial. Las exportaciones e importaciones influyen de la misma manera en la capacidad competitiva que las reglas del juego rígidas o la transparencia financiera y corporativa.
Del estudio realizado en 2005-2006 entre los sectores manufactureros por la Escuela Superior de Economía y por el Banco Mundial, se desprende que sólo un 20-25% de las empresas rusas puede competir de igual a igual con las compañías extranjeras. Pero si la empresa exporta una parte de su producción, aunque sea ínfima, su capacidad competitiva se eleva a ojos vistas. Por ejemplo, en la industria química la cuota de las exportaciones constituye el 20,6% del beneficio y en este sector la parte de las compañías competitivas supera un 45% del total. En la industria alimenticia las exportaciones se mantienen en torno al 2,4% y la cuota de las empresas competitivas varía del 10% al 12%.
