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Del Kremlin esperan una decisión sobre el estatus de Kosovo, sin ofrecerle a Rusia un nuevo papel en los Balcanes. Nezavisimaya Gaceta

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Por primera vez en los años de la crisis kosovar, la postura de Rusia sobre este problema se promueve al primer plano. Tras el fracaso de las negociaciones sostenidas a tenor del plan adelantado por Martti Ahtisaari, enviado especial de la ONU para Kosovo, el estatus de esta provincia será deliberado en el Consejo de Seguridad de la ONU.

 

Rusia es el único miembro permanente del Consejo de Seguridad que declaró no estar dispuesta a apoyar una resolución igualmente no aceptable tanto para Serbia como para los albanokosovares. O sea, Moscú insinúa que recurrirá a su derecho a veto.

Los países occidentales y, ante todo, Estados Unidos, consideran que el otorgamiento de la independencia a Kosovo sería una solución óptima. ¿Quiere Occidente llegar a una fórmula de compromiso con Moscú? Desde luego, un acuerdo sería deseable. El voto de Rusia a favor de la independencia expresado en Naciones Unidas legitimaría el plan de Ahtisaari, desbrozando así el camino a la independencia para Kosovo sin empleo de la fuerza armada (por lo menos, por parte de los jugadores mundiales). En los ochos años de la presencia de la fuerza internacional, en esta provincia fueron creadas todas las premisas indispensables para la independencia. Pero, si se deja a un lado las disertaciones filosóficas sobre la inviolabilidad de las fronteras y la necesidad de arreglar todos los conflictos según esquema único, Rusia no tiene motivos formales algunos para secundar el plan avanzado por Ahtisaari. Pero a Moscú no se le ofrece papel alguno a desempeñar en el Kosovo independiente. El mecanismo de control internacional que en muchos aspectos imita el existente en Bosnia, esta vez no contempla funciones algunas que desempeñaría Rusia. Pero fue el propio Moscú el que limitó sus posibilidades de desempeñar algún papel en Kosovo al retirar de esta provincia su contingente de paz, paso tan inesperado para muchos como su desembarco relámpago en Pristina en 1999.

Rusia no puede contraponer algo a los planes norteamericanos de otorgamiento de la independencia a Kosovo y está consciente de que este objetivo puede lograrse a espaldas del Consejo de Seguridad de la ONU. Al propio tiempo, Moscú no está interesado en socavar el prestigio del Consejo de Seguridad. Insinuando la posibilidad de reconocer la independencia de Abjasia, Osetia del Sur y Transdniestria, en realidad Moscú no está preparado para tal giro de los acontecimientos, consciente de que ningún país influyente apoya esta idea. Por lo visto, Moscú dará a conocer su postura definitiva sobre Kosovo partiendo de los acuerdos a que llegue con EE.UU. en cuestiones no vinculadas directamente al problema dado.

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