El precio del oro en los mercados mundiales se acercó de lleno ayer a 700 dólares por onza. En el mercado mayorista de Londres el oro costaba 684 dólares; en NYMEX, los futures de abril alcanzaron 689,8.
Pero el récord marcado en enero de 1980, cuando, según datos de Bloomberg, los futures de oro subieron hasta 873 dólares por onza, todavía no está batido. Pero en opinión del Consejo Mundial de Oro, los precios ya están cercanos a alcanzar el récord establecido hace más de 25 años, cuando se desarrollaban acontecimientos en torno a Irán.
El oro se enfoca por tradición como un "puerto seguro" a donde se puede conducir las inversiones. A menudo el aumento de los precios del oro se produce paralelamente con la subida de los del petróleo: los inversionistas occidentales temen la inflación que suele provocar la carestía de los agentes energéticos. A su vez los inversionistas del Oriente temen la inestabilidad, y es que el oro es mucho más transportable. Las subidas máximas de los precios del petróleo y el oro suelen producirse en los momentos de espera de un conflicto de gran envergadura en Oriente Próximo. Por primera vez en la historia contemporánea tal salto de precios se produjo en 1973, cuando se proclamó la guerra de Yom Kipur (Día de la Expiación) y se introdujo el embargo petrolero. Luego siguieron los saltos de los años 1978-1979, vinculados con la revolución islámica en Irán y la entrada de tropas soviéticas en Afganistán. Aunque no sobrevino una guerra mundial, la caída de los precios duró poco: la declaración del presidente de EE UU, Ronald Reagan, de que podría asestarse un golpe nuclear contra la URSS, hecha en 1984, hizo regresar los precios de oro hacia las tasas anteriores.
La subida de los últimos tiempos comenzó tras el 11 de septiembre de 2001. El oro reaccionó poco a la guerra de EE UU en Afganistán e Iraq. Pero Irán, en opinión de inversores, es la zona del mayor riesgo, de la que se debe escapar a los predios de oro y a ningunos otros. Los precios del oro alcanzados ayer en Londres dan fundamento para afirmar que el mundo de finanzas espera con alto grado de seguridad que en Irán puedan operarse conmociones comparables con la revolución islámica. Pero esta vez se trata, por supuesto, de bombardeos estadounidenses, pero no de la religión.
