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AYATOLLAH KHAMENEI INVITA A MOSCÚ A CREAR UNA OPEP GASÍSTICA. VREMIA NOVOSTEI

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El coqueteo entre Moscú y Teherán se aproxima a un desenlace tragicómico. Rusia, en persona de su secretario del Consejo de Seguridad Nacional, Igor Ivanov, recibió del líder religioso iraní, ayatollah Khamenei, una propuesta que la pone en una situación delicada, obligando a Moscú a escoger entre dos males. El ayatollh hizo recordar que Rusia e Irán juntos poseen la mitad de las reservas prospectadas de gas en el mundo e invitó a Moscú a tomar una parte activa en la institución de una asociación internacional de los mayores exportadores de gas.

 

Teherán evidentemente se empeña en formar una coalición antioccidental. Mientras, una OPEP gasística sería un excelente punto de referencia que ofrecería a Irán argumentos adicionales en las controversias con EE.UU. sobre el expediente nuclear. Hablando en rigor, a Moscú se le propuso definirse si esta capital está dispuesta a formar una real alianza militar-energética con Irán enfrentado con Occidente o prefiere seguir coqueteando con Teherán para ejercer un leve chantaje de Washington y Bruselas.

No es la primera vez que se plantea este tema. En junio del año pasado, el mandatario iraní, Mahmud Ahmadineyad al reunirse con Vladimir Putin en Shanghai, discutió las perspectivas de la cooperación  "desde la óptica de la determinación tanto de los precios del gas como de sus principales flujos en interés de la estabilidad global".

Desde aquel entonces, Moscú se las arreglaba para eludir la discusión de este tema. Ello no obstante, parece que el Kremlin no estaba preparado para que la parte iraní volviera a poner el problema en toda su talla. Por lo menos, de momento, altos cargos oficiales se han abstenido de hacer comentarios algunos.

Esto viene a evidenciar otra vez que Moscú no puede ni desea aceptar la oferta de Khamenei. El consentimiento para formar con Irán un cártel gasístico significaría inequívocamente que Rusia deja de ser un socio de Occidente y pasa al bando de sus opositores, y no sólo en el aspecto energético. Tampoco es muy cortés y cómodo rechazar expresamente la oferta. Primero, porque tal conducta podría acogerse por Irán como una ofensa mortal incompatible con sucesivo fomento de la amistad y cooperación. Segundo, en tal caso Moscú corre el riesgo de perder el estatus no oficial de protector de Irán. El Kremlin necesita tener esa condición no menos que Teherán, pues le confiere mayor protagonismo en la palestra internacional y permite desempeñar el papel estabilizador en el conflicto que va cobrando envergadura.

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