Últimamente se oye comentar por todas partes que no es bueno aprovechar los recursos energéticos como instrumento -o incluso arma- en la política exterior. Pues son afirmaciones discutibles.
Es evidente que para defender los intereses nacionales, el gas ruso extraído en Yamal es un argumento mucho más civilizado que los misiles norteamericanos desplegados en Polonia. Por otro lado, Rusia no tiene mejores ventajas competitivas que su gas y petróleo, y por lo tanto sería inoportuno desaprovecharlos.
Se afirma que Rusia está chantajeando a Europa. Como resultado, dos políticos europeos pasan por alto las recomendaciones de sus respectivas compañías nacionales. Éstas aconsejan aceptar las propuestas rusas porque harían convertir a Alemania en el principal distribuidor de gas en el norte de Europa, y a Italia, en la parte sur.
Los planes de Rusia de exportar petróleo y gas a los países de Asia igualmente inquietan a los europeos. Pero si no hacerlo y limitarse a extraer sólo lo que necesita Europa, sería una producción poco rentable.
Con todo, Europa también utiliza el aspecto energético en calidad de arma. Acaso, ¿no es chantaje hablar continuamente de la dependencia energética, de fuentes alternativas de energía, de coches que funcionen a partir de zumo de remolacha o de un futuro centro de seguridad energética? Pues esto se llama chantaje.
Sus propuestas de cooperación en materia energética, Rusia las está haciendo sólo a Europa. Quien sabe, a lo mejor dentro de un año y medio la élite política rusa ya se canse del chantaje europeo y decida canalizar los flujos petroleros y gasísticos rusos hacia los nuevos aliados en Asia.
