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AMISTAD CONTRA EE UU. VEDOMOSTI

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Al parecer, Hugo Chávez y Mahmud Ahmadineyad ayer sentaron las bases de una nueva alianza internacional. Al reunirse en Venezuela, ambos mandatarios decidieron que el fondo de inversión venezolano-iraní, cuyos recursos antes se pensaba gastar en estos dos países, financiaría también proyectos en países amigos. Chávez manifestó que el fondo en cuestión serviría de instrumento para liberarse del "imperialismo yanqui".

 

Chávez ya instituyó fondos conjuntos de inversión con Rusia ($500 millones) y China ($6.000 millones). Aun tomando en consideración el nuevo fondo, es difícil que las proporciones de las iniciativas venezolanas intimiden a Estados Unidos. Pero lo que importa es la tendencia. La alianza de las fuerzas antiyanquis que todavía no hace mucho era un espectáculo populista, va cobrando pujanza, adquiriendo contornos económicos visibles.

Antes que nada, se trata de una reacción natural a la política exterior de Estados Unidos: los países que en principio pueden ser adscritos al tan mentado "eje del mal", simplemente no tienen otro remedio que unirse.

Pero también cuentan las razones económicas vinculadas a un vertiginoso resurgir de las ideas socialistas en América Latina. Una política social populista cuesta caro. En el sector energético venezolano, por ejemplo, invertían, fundamentalmente, compañías norteamericanas: un 60% del crudo venezolano se exporta a EE.UU. Pero el viraje político a la izquierda, conjugado con la retórica antinorteamericana, no le ofrece a Venezuela la oportunidad de captar inversiones para impulsar el desarrollo del sector energético.

La necesidad de inversiones extranjeras exige constituir una alianza antinorteamericana económica, y no sólo política. Y esta alianza cuenta con el respaldo de las economías en expansión. Mientras exista el déficit de petróleo, siempre habrá países dispuestos a invertir en economías no demasiado abiertas. Hoy este papel lo desempeña China y otros países asiáticos en que crece la demanda de hidrocarburos. Uno de los ejemplos más recientes es el  propósito de la compañía estatal china CNOOC de invertir más de $15.000 millones en el sector energético de Irán, lo que ya provocó una nerviosa reacción de Estados Unidos y una drástica respuesta de Pekín.

En Rusia, igual como en Venezuela e Irán, se observa el proceso de estatización del sector energético y existe la necesidad de inversiones extranjeras. Igual como en América Latina, en Rusia se oyen voces a favor de la redistribución socialista. En determinados casos, las tesis de líderes rusos se parecen mucho a las invectivas antiyanquis de Chávez y Ahmadineyad. Se intensifican los vínculos económicos, los inversionistas incluidos, con China. Rusia podría encarar la tentativa de pasar a ser parte  de una "economía paralela" en fase de formación. Esta economía tendría por norte no tanto los intereses económicos de sus participantes como las posibilidades tácticas y políticas de captar inversiones. La participación en tal alianza les eximiría a las autoridades de Rusia de la necesidad de observar las normas de la economía de mercado que tanto odian, pero al propio tiempo pondría a la economía rusa en dependencia no de la economía mundial sino de inversores concretos.

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