Será imposible reeditar en 2007 el crecimiento sin precedentes - hasta 28,4 mil millones de dólares - que arrojó en el año pasado el volumen de las inversiones extranjeras en Rusia, ante todo, porque las empresas extranjeras interpretan la preocupación del Gobierno ruso por los temas medioambientales como mero pretexto para atentar contra sus inyecciones financieras.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) estima que Rusia acaparó en 2006 casi el doble de las inversiones foráneas directas en comparación con el año anterior, mientras que a escala global este indicador creció en un 34%, hasta US$1,2 billones. Al mismo tiempo, los expertos extranjeros creen que, a futuro, este flujo se verá afectado por el recrudecimiento de las normativas rusas en materia de la explotación de recursos naturales, así como por las discrepancias en torno a los proyectos gasíferos en la isla de Sakhalin.
El ex ministro de Economía ruso, Evgeny Yasin, comparte tal opinión y observa que la reciente revisión de los acuerdos entre Moscú y Shell hace a los empresarios foráneos sentirse menos seguros con respecto al futuro de sus inversiones en Rusia. Paralelamente a la ralentización de las inversiones extranjeras en 2007, según él, habrá un reflujo de capitales nacionales hacia el exterior, lo cual en principio será beneficioso para la economía rusa. Los fondos rusos en bancos extranjeros aumentaron el pasado año de 150 a 220 mil millones de dólares, dice Yasin. Esa exportación de capitales y cierta intangibilidad del Fondo de Estabilización, formado con el excedente de petrodólares, protege a Rusia contra la inflación, explica él.
Al mismo tiempo, Yasin constata que las disputas en la industria de extracción no influyen en las decisiones de inversores franceses o suizos, los cuales colocan sus capitales en el sector ruso del comercio y servicios.
