El suministro del crudo ruso a los países europeos, vía Bielorrusia, se ha reanudado pero la disputa entre Moscú y Minsk ha colocado en peligro la armazón del Estado de Unión que ambas capitales vienen construyendo desde hace más de diez años.
Esta crisis pone cruz y raya a todos los procesos integracionistas, y aunque la alianza entre Rusia y Bielorrusia pueda sobrevivir algún tiempo por inercia, no será más que un objeto de manipulaciones y propaganda en manos de tecnólogos políticos, señala el ruso Andrey Okara, experto en estudios de la Europa del Este.
La unión de ambos países se ha sustentado en la lealtad geopolítica de Minsk a cambio de hidrocarburos baratos procedentes de Rusia. Ya no queda la base para la integración, y el argumento cacareado de ‘dos pueblos hermanos' resulta de poca ayuda para construir unas relaciones reales en lo político o en lo económico.
Sin embargo, todavía es prematuro para darle de baja a Alexander Lukashenko en el mapa geopolítico europeo. El presidente bielorruso habla ya de crear una Unión del Báltico y el Mar Negro, en la cual podrían integrarse en principio Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania y Moldavia. Presionando sobre Minsk, Rusia corre el riesgo de quedarse arrinconada y tener que negociar con estos países las condiciones para el tránsito de sus productos hacia Europa. Occidente, sin lugar a dudas, sacaría una ventaja aprovechando esta especie de cordón sanitario en torno a Rusia como herramienta de chantaje y presión política. Las expectativas que Moscú pone en el Gasoducto del Norte de Europa también son bastante ilusorias: primero, no está claro cuándo empezará la construcción de esta tubería; y, segundo, las obras se van a prolongar por tres o cuatro años como mínimo.
¿Quiénes, entonces, salen ganando con esta discordia entre Moscú y Minsk? De momento, Gazprom y aquellos ejecutivos que cobran la mayor parte de dividendos en el monopolio gasífero. También se ven beneficiados los intereses estadounidenses en Europa, porque a Washington le conviene el deterioro de las relaciones entre Moscú y la UE, especialmente, entre Rusia y Alemania.
