Rusia ya está dando a entenderle a Occidente que Bielorrusia, con una gran dosis de probabilidad, podría requisar ciertas cantidades del gas destinado para Europa, constata Alexander Rahr, del Centro Alemán para la Política Exterior. Lo más importante para Moscú, según el experto, es ganar ahora la batalla propagandística y demostrar que la culpa la tiene Minsk.
Estamos en presencia de un regateo entre ambas partes, cada una de las cuales se empeña en salirse con la suya. Con todo, es Moscú la que controla los recursos, así que a Minsk no le queda otro remedio sino llegar a una fórmula del acuerdo con Rusia.
La vulnerabilidad de la postura mantenida por esta última consiste en el intento de hablar con Bielorrusia, su aliada más próxima, desde una posición de fuerza y a través de presiones obvias. Gazprom debería haber iniciado una subida paulatina de las tarifas para Minsk hace cinco años, en lugar de cuadruplicar el precio de una vez. En todo lo demás, Moscú tiene razón: Bielorrusia es un Estado independiente y ha de pagar un precio de mercado por los hidrocarburos.
Cada demostración de fuerza por parte de Rusia suscita recelos en Occidente. Durante el período de la Guerra Fría, Moscú amenazaba con las armas; hoy en día, ante la creciente competencia en la industria global del gas y el petróleo, hace una exhibición de su poderío energético, lo cual asusta a Europa. Por lo tanto, Occidente prefiere erigirse en defensa de la parte débil aunque en el caso de Bielorrusia el asunto es más ambiguo: es un país aislado del mundo occidental y la única ‘dictadura' en el continente europeo.
Para no provocar las críticas y la irritación de Europa, Rusia debería explicar claramente su política, hacerla más transparente y menos agresiva. Y tendrá que esforzarse mucho por demostrar que persigue intereses estrictamente comerciales en la disputa del gas con Bielorrusia.
Si Moscú pierde esa batalla propagandística, habrá problemas, pues Occidente se va a quedar con la idea de que su verdadero objetivo es absorber a Bielorrusia. Europa procederá a la construcción de tuberías alternativas con Argelia y Libia e intentará renunciar por completo a la importación del gas ruso, así que Moscú no debería ignorar la opinión pública europea.
