La muerte del presidente turkmeno Saparmurat Niyazov ha colocado en una situación de incertidumbre a Rusia, EE.UU. e Irán, tres países que son jugadores clave en la región centroasiática y que pretenden sacar algún beneficio de la ulterior evolución de los acontecimientos.
El Departamento de Estado norteamericano delegó al funeral de Niyazov al subsecretario Richard Boucher, quien pudo reunirse en Ashgabat con el sucesor interino y hasta anunciar que Washington aspira a ‘iniciar una nueva etapa en las relaciones' con Turkmenistán.
Estados Unidos puede influir en la actual élite turkmena que se va consolidando en torno al presidente en funciones, Gurbangaly Berdymuhammedov, y aunque este personaje no tiene aún protagonismo amplio, es evidente que será el próximo mandatario, señala Andrey Grozin, experto ruso en estudios transcaucasianos y centroasiáticos. Washington, según él, va a actuar a través de su embajada en Ashgabat, intentando contactar con los responsables de los cuerpos de seguridad que concentran en las manos el poder real, y podría exigir una amnistía para los opositores exiliados, a fin de que vuelvan a Turkmenistán.
A diferencia de EE.UU., Rusia no manifiesta especial interés por la evolución de los acontecimientos en Turkmenistán, y en realidad difícilmente podría hacer muchas cosas en la situación actual. Durante la ceremonia del entierro, el primer ministro ruso Mijaíl Fradkov hizo un intercambio de frases protocolarias con el presidente interino y, según algunos datos, habló también con otros políticos influyentes al margen del protocolo.
Aparentemente, Moscú mantiene la calma y hasta cierta indiferencia ante lo que ocurre en Turkmenistán. El portavoz de Gazprom, Sergei Kupriyanov, descartó ayer los eventuales cortes en el suministro del gas ruso a los consumidores europeos. Un alto funcionario del Kremlin, entrevistado por Nezavisimaya Gaceta, dio a entender que el nuevo Gobierno turkmeno va a mantener los contratos ya firmados en materia del gas en los próximos años. Los proyectos de exportaciones alternativas, hacia China y Kazajstán, son costosos y no podrán materializarse en plazos breves. La única posibilidad disponible para Turkmenistán es continuar exportando el hidrocarburo a través de Rusia. Con todo, resulta difícil vaticinar ahora, si esta circunstancia va a ser suficiente para que Ashgabat siga acordando con Moscú su política exterior y, en parte, también la interna, especialmente porque Washington puede ofrecerle argumentos sólidos a favor de un mayor grado de coordinación con EE.UU. y otros países miembros de la OTAN, como Turquía.
El fallecido presidente Niyazov albergaba el sueño de construir una tubería hacia Pakistán, a través del territorio afgano. La construcción de un gasoducto entre Turkmenistán y China, vía Uzbekistán y Tayikistán, podría iniciarse en un futuro inmediato, y el precio de cesión a China será superior al que
