Las relaciones económicas entre Moscú y Minsk recuerdan últimamente una guerra a gran escala capaz de enterrar la Unión Aduanera formada en 1996 por cinco países postsoviéticos: Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán.
Ayer se supo que Bielorrusia se verá obligada a importar el crudo ruso sobre las mismas condiciones que los demás Estados, a partir de 2007.
En el pasado, Moscú vendía su petróleo a Minsk sin pagar los derechos de exportación que desde el 1 de diciembre ascienden a US$180,7 por cada tonelada del crudo; US$134, por la de derivados claros; y US$72,2 por la de derivados oscuros. Para que el negocio sea rentable, Bielorrusia insiste en deducir el IVA a la hora de calcular el importe de tales derechos pero la parte rusa se opone categóricamente y exige que Minsk le traspase al menos un 85% de las sumas cobradas en concepto de derechos.
Lo anterior significa que para Bielorrusia ha tocado fondo la época del petróleo barato procedente del país vecino. Lo mismo sucede con la importación del gas, puesto que las negociaciones entre Gazprom y Beltransgaz no han concluido hasta la fecha.
Es un golpe sensible para la economía de Bielorrusia que importa anualmente casi 20 millones de toneladas del crudo desde Rusia y hasta ahora ha logrado ahorrar alrededor de cuatro mil millones de dólares anuales gracias a los privilegios aduaneros. El ahorro en materia del gas es equiparable. Si Gazprom cumple su amenaza de subir el precio a US$200 por cada mil metros cúbicos a partir de enero, el fisco bielorruso va a perder otros tres mil millones de dólares.
Tal y como van las cosas, el único factor que podría retener a Bielorrusia en el marco de la Unión Aduanera es la desgravación arancelaria de que se benefician en Rusia los productos bielorrusos. Ahora bien, no está nada claro, si las empresas bielorrusas seguirán siendo competitivas en el mercado ruso después de que los hidrocarburos hayan subido de precio.
