Hay mucha variación en el número de términos básicos sobre los colores que describen las distintas lenguas. Las poblaciones más aisladas suelen tener menos palabras para separar los colores del espectro, y las que poseen tienden a diferenciar los colores más cálidos (como el rojo y el amarillo) más que los colores más fríos (como el azul y el verde).
En el caso de una sociedad indígena que vive en una zona remota de las tierras bajas de Bolivia, conocida como el pueblo tsimane, solo se utilizan con frecuencia un pequeño puñado de términos cromáticos, que describen el negro, el blanco y el rojo. También hay unas pocas palabras que cubren variaciones del amarillo y dos palabras —shandyes y yushñus— que se usan indistintamente para cubrir todos los tonos de azul y verde.
Sin embargo, en experimentos con 30 individuos tsimane que además dominan el español, los investigadores descubrieron que utilizaban yushñus exclusivamente para describir el color azul, y shandyes exclusivamente para describir el verde, coincidiendo con la clara categorización del español.
Esta perspectiva sobre el lenguaje y el pensamiento, sin embargo, es muy discutida. Otros lingüistas sostienen que el lenguaje puede restringir la experiencia del color solo hasta cierto punto, y que la aparición ordenada de términos cromáticos es, en su mayor parte, universal. Al fin y al cabo, el hecho de no tener un término para un color no significa que no se puedan ver sus diferencias cuando se compara con otro color.
A los 30 tsimane bilingües, junto con 71 individuos de la misma sociedad amazónica que eran monolingües, se les pidió que clasificaran 84 fichas de diferentes colores y que dijeran cómo las etiquetarían y nombrarían. A los participantes bilingües se les pidió que repitieran la misma tarea tanto en tsimane como en el español.
Además de poder distinguir entre el azul y el verde, las personas que hablaban dos idiomas fueron más precisas a la hora de nombrar los colores en tsimane. Es un ejemplo de cómo las lenguas pueden influirse mutuamente, afirman los investigadores, y de cómo conceptos como el color pueden reestructurarse en función del idioma.
"Los hablantes bilingües aprenden una forma distinta de dividir el espacio cromático, lo que resulta muy útil en el mundo industrializado", explica Gibson.
El equipo responsable del estudio afirma que los bilingües pueden empezar a influir en los monolingües, aunque lo más probable es que los monolingües empiecen a aprender también el español.
Ello se debe, en parte, a que los tsimane interactúan más con el mundo exterior y con la economía monetaria. A continuación, los investigadores quieren ver si los mismos patrones se repiten en otras comunidades aisladas.
Los tsimane a menudo llegan a ser un objeto de investigación y sorprenden a los científicos. Por ejemplo, antes se descubrió que
los cerebros de estos indios envejecen mucho más despacio que los de las personas de Europa y Estados Unidos. Los investigadores también comprobaron que
el sistema cardiovascular de los tsimane es inusualmente resistente a las enfermedades.