En el sur de Siberia Oriental se encuentra uno de los cuerpos de agua más famosos del mundo: el lago Baikal. Su superficie equivale aproximadamente a la de los Países Bajos, Bélgica o Dinamarca.
En la foto: un crucero en el lago Baikal, cerca del pueblo de Turka.
El Baikal es único en el mundo por su profundidad (1.637 m), edad (25-30 millones de años) y reservas de agua (23.600 kilómetros cúbicos de agua dulce).
Con toda razón al lago Baikal se le llama el Mar de Siberia. Los barcos que navegan por él pertenecen al tipo de embarcaciones marítimas diseñadas para olas de tres a cuatro metros de altura.
En la foto: el capitán de un barco en el lago Baikal.
Baikal, a pesar de su duro clima, tiene mucho sol. En la isla de Oljón hay 300 días de sol al año, más que en las regiones sureñas de Rusia.
A pesar de su antigüedad, el Baikal no muestra signos de envejecimiento: el lago no está empantanado ni lleno de sedimentos, sino que, al contrario, sigue creciendo.
Las playas de arena del Baikal están rodeadas de bosques de pinos, hay muchas bahías, islas y acantilados rocosos.
En la foto: turistas desembarcando de un barco en el pueblo de Turka.
En el Baikal también hay lugares de culto cubiertos de antiguas leyendas.
En la foto: turistas y un monje budista en el pueblo de Turka.
Los buriatos autóctonos son un pueblo de habla mongola, que se formó hace varios siglos en la región del lago Baikal. Los antepasados de los buriatos modernos empezaron a poblar estas tierras ya en el siglo VI.
En la foto: jóvenes buriatas con trajes nacionales en la aldea de Turka.
Una parte significativa de los buriatos son adeptos al budismo. También hay muchos cristianos ortodoxos y fieles de la antigua religión del chamanismo.
En la foto: monjes budistas en el Ivolginski Datsan, en Buriatia.
El pueblo de Turka está situado en la orilla oriental del lago Baikal, en la desembocadura del río Turki. Fue fundado en el siglo XVIII y durante mucho tiempo fue una aldea. Hoy, Turka forma parte de la zona económica especial de Baikal.