En mayo, por ejemplo, el presidente argentino, Alberto Fernández, advirtió que su país tiene reservas de bienes cuyo valor aumentó en el mundo por la situación entre Kiev y Moscú: alimentos y energéticos. A su vez, su par brasileño, Jair Bolsonaro, aseveró que "está crisis es una buena oportunidad para nosotros".
Antes del inicio del conflicto, en febrero de 2022, el panorama latinoamericano no era nada favorable por el coletazo económico de la pandemia de COVID-19, su impacto en las cadenas de suministro y un consecuente aumento en los precios de consumo doméstico.
Pese a proyecciones de escaso crecimiento para la región elaboradas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en los últimos tres meses economías como la brasileña y la argentina han tenido desempeños adecuados, en un escenario en que la Argentina es el tercer exportador continental de trigo, sólo superado por Estados Unidos y Canadá, destaca un análisis de The Economist.
Además, el aumento internacional en los precios de combustible ha beneficiado a exportadores de hidrocarburos, como Brasil y Colombia, por lo que las proyecciones de crecimiento del FMI han mejorado tanto para esos dos países como para Perú y Argentina, ante el escenario actual.
Mientras que países como Sri Lanka, destacó The Economist, podrían enfrentar consecuencias catastróficas por el aumento del costo de alimentos en el mercado mundial, la inyección de recursos adicionales que produce en las economías latinoamericanas ha significado un flujo estable de ingresos, donde incluso las monedas se han fortalecido frente al dólar estadounidense.
El gobierno de México, consideró The Economist, ha podido mantener sus incentivos fiscales en combustibles debido a los ingresos estables derivados del mercado energético, por ejemplo, del mismo modo que han podido hacer las administraciones de Perú, Chile y Colombia en materia de subsidio o alivios fiscales.
No obstante estas fortalezas, el Fondo Monetario sigue estimando que, aparte de Europa del Este, la región latinoamericana será la del crecimiento más lento del mundo emergente, además de que la inflación sigue siendo una amenaza económica, así como una posible pérdida de la confianza en los gobiernos.
Además, la región no soportaría otra crisis económica como la derivada del coronavirus, subrayó el medio, pues el producto interno bruto (PIB) regional tuvo la mayor contracción del mundo en 2020, en un territorio donde es grave la desigualdad entre los pobladores de sus distintos países.