En el accidente también murió el piloto de la pequeña aeronave, David Ibbotson, cuyo cuerpo nunca fue encontrado.
Purdue agregó que si bien las causas de la muerte fueron las múltiples heridas en la cabeza y en el tronco, el jugador se encontraba "profundamente inconsciente" antes del trágico desenlace.
Según explicó el médico, los niveles de monóxido de carbono de las dos muestras analizadas de Sala, una de sangre de la vena iliofemoral y otra de ADN del pecho, mostraron un porcentaje del 58% y apuntó que el avión fue la fuente de estas emisiones. El especialista reveló que fue muy complicada la obtención del material genético porque el cuerpo de Sala estaba en descomposición.
Una concentración a partir de 20% de monóxido de carbono ya empieza a repercutir en el sistema sensorial. Se manifiesta con somnolencia, dolor de cabeza y mareos, según la Air Accidents Investigation Branch y la Junta de Investigación de Accidentes de Aviación Civil. Entre un 30% y 40%, comienzan a verse afectadas las funciones mentales, hay dificultad para respirar y la visión se vuelve borrosa. Entre un 40% y 50% a los síntomas anteriores se suman la pérdida de coordinación, dolor torácico y pérdida de memoria. Ya cuando el nivel supera el 50%, como el caso de Sala, el cuerpo convulsiona, se pierde el conocimiento y hasta se puede sufrir un paro cardíaco.
El juicio sobre la muerte de Sala se estima que durará alrededor de un mes.